lunes, 10 de octubre de 2011

EL ALBA DE LA DUQUESA DE BODA

Al populacho le gustan los gremios, los sacrificios rituales, la danza de la lluvia y las bodas con buey giratorio. A la nobleza le gusta Suiza, el mármol, los fusilamientos y las peanas. Cuando se casa una nobleza con un gremio se olvidan las diferencias de época, el quítame allá las pajas de un fusilamiento de más o de menos, o incluso que la noble altarizada sea el muñeco descosido de un ventrílocuo muerto. Hasta el nombre de establecimiento de mercería, Cayetana, se le perdona. El pueblo quiere su buey giratorio y sus juglares con cascabeles de flashes. En la casadera sedimentan los poliuretanos como en un contenedor de residuos tóxicos y sus bubones patinables la hacen parque temático del botulismo, pero su dote la exime del mal olor en público. Con todo, una pieza de taxidermista arrancándose por sevillanas no deja de ser un espectáculo que el pueblo siempre aplaude vomitando, como los estornudos del rapé, a gustísimo. Eso la gente, claro, porque el otro monstruo multimillonario, Shrek, declinó la invitación al alba de la Duquesa de Boda. Es lo que tiene no compartir el gusto lameculos por la sangre azul tóxica. El "verde ogro" es lo suyo, por más que la Barbie Forense tenga arrendado el mismo color por toda España a miles de campesinos (unas veces, de romería) y a miles de delincuentes (otras veces, cuando le reclaman lo suyo). Y dos observaciones con mascarilla de autopsia para terminar: si la reina de España ha de agachar la cabeza en presencia de la poliuretana, al menos que la pille calzada (la cadaverina directa a los ojos es malísima); si el populacho se despierta sodomizado al día siguiente, al menos que lo pille comido (los bueyes giratorios hablados son nefastos: "nefasto", lo contrario de fiesta). Cosa ésta última que parece ser que no ha pasado en la intimidad ni por el forro, que es de lo que más padece la extinguible. Del forro y del puño. La Grande.

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