martes, 29 de marzo de 2022

UN PALOMO DE INSPECCIÓN


Hay un palomo en el barrio al que le ha dado un avenate intrépido estos días y no se corta una pluma en entrar temerariamente en los bares a ver qué se cuece por suelos y mesas. De inmediato le hemos puesto de nombre "Linares". Por atrevido, por torero, por Palomo. Se lo distingue por su aspecto menesteroso, sucio y sus frames egipcios y entrecortados de sinvergüenza estirando el muelle del pescuezo para entrar en meta, pasando de ti. Por más que lo espantes a la entrada de los bares, por más que le amagues con una patada, su avenate intrépido (o suicida) lo lleva a sortear todos los peligros y todos los derechos de admisión de los locales, y el tío se cuela. No se abuchara ante nada y, evidentemente, le tiene poco miedo a la muerte. El otro día lo echaron hasta de la farmacia de la calle Argumosa. Vale, también hay alcohol en las farmacias, y mostrador (barra), pero confundir la bata blanca de una licenciada con el mandil de un camarero asilvestrado es hacerse demasiado el Paco Martínez Soria... En fin, con el buche que me saca y los aires que se da el colega, yo creo que el bicho sarnoso está de gira de inspección oficial en Lavapiés, por si nos hemos vuelto tontamente modernos y aseados y no pasamos el nivel mínimo de inmundicia que exige el gusto tradicionalmente puerco y reaccionario de las aves carroñeras. En este caso, de sus compañeras de partido las palomas, aunque las gaviotas también lo son. Anda y que no he visto yo gaviotas en Madrid... Arriba, Alberto Nuñez Feijoo.

 

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