NOS MEA, PERO CON ALTURA DE MIRAS
La ironía como arte marcial está al alcance de muy pocos. Necesita experiencia y ligereza. El don de la sutilidad. Tampoco puedes ir por ahí vestido como el ninja "Al Panpán", que todos hemos tenido un familiar así de cargante o un conocido, y cantan una cosa mala. Repelen. Antes de que te puedan soltar un aforismo de barra de la colección "Las Verdades del Barquero" (capítulo Botijazo en la Cabeza) tú ya has hecho explotar tu bombita de humo contra el suelo y has desaparecido. O te has arrancado las orejas, te las has guardado en un bolsillo, y estás en "modo avión". La misma actitud de los diputados del PSOE y del PP cuando el de arriba toma la palabra en el Congreso. "Modo avión" y sonrisilla condescendiente. Gabriel Rufián carga con la tonta maldición genética del apellido y con otra peor: la de Casandra. No la azafata de vuelo de Carrero Blanco, sino la del mito. Por más verdades que dijera, Casandra estaba condenada a que nadie le hiciera caso. Rufián no miente, y dice verdades como puños, pero está condenado también. Por su falta de experiencia, su falta de ligereza, su falta de sutilidad, y su disfraz de ninja "Al Panpán". Su figura de Jackie Chan haciendo chistes de guión malo e insultando en ráfaga a todos los esbirros de la película, es de lo más irritante que ha pasado por el hemiciclo en mucho tiempo. Sin dejar de tener razón en ninguna de sus intervenciones, le pierde la grosería del sobrecargado, le mata la parafernalia del borracho justiciero con un micrófono en la boda. Y jode. Pero no jode tanto a los malos como a los que sí necesitamos justicia de verdad y el barbas cabreado y chistoso es otra oportunidad perdida más. De acuerdo, nos gustan sus botijazos de vez en cuando. Y que les mee encima a los fascistas. Pero es que nos salpica a todos. Quizá por apuntar demasiado alto. Esa altura de miras de vengador de barrio cuando se muda a un barrio "mejor".
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