DEL DERECHO DE ADMISIÓN Y DE LA PROHIBICIÓN DE ESCUPIR EN EL SUELO
Contra la opinión de la mayoría, una cochiquera no es el sitio donde se juntan los cerdos. Es al revés. Por la razón que sea, los cerdos se juntan a voluntad y entonces convierten el sitio donde se han juntado en una cochiquera. De todos es sabido el nomadismo de cualquier piara, su diáspora bellotera, hasta que deciden parar y asentarse en la tierra que creen prometida, un barrio marquesado, una alcaldía, una comunidad autónoma, un país, un partido político, una cochiquera. ¿Y puede cualquier aspirante ser admitido en ese coro de gruñidos unánimes? Son duras las pruebas para calibrar si el ejemplar candidato, es una manera de hablar, reúne los requisitos de pertenencia al grupo, su condición de cerdo con todas las letras. No vale que el propio mamífero diga: "Soy un Cerdo". Eso hay que ganárselo, puerco, que en España se tiene un respeto secular por el cerdo bien plantado. ¿Machista, homófobo, neoliberal, reaccionario, prepotente, pelota de Sheldon Adelson y súper amigo de Esperanza Aguirre? Por mi parte no sería suficiente, aunque otros opinen distinto. Una última capacidad o atributo que me decantaría por su admisión, sería que el individuo se empalmara, por ejemplo, con el culito imaginado de Doña Carmen Polo de Franco o el de su propio marido ciclán. Una erección de su miembro viril o de su corbata, por delegación, me bastaría. Pero eso ya sería pedir demasiado. Mucha reválida franquista cuando las asignaturas no han cambiado apenas. Así que, definitivamente, dudo de que David Pérez merezca estar con todos los honores en la cochiquera del Partido Popular, aunque algunos piensen que estoy loco o que allá cada partido con su derecho de admisión. Trump es republicano, por poner un caso, y Carmen Maura todavía no le ha enseñado una teta, así que de la prohibición de escupir en el suelo hablaremos otro día.
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