EL BAR DE TODA LA VIDA...
El otro gran placer de un cocido o de una paella es pintarlos a la acuarela. La misma sensación, el mismo vicio, supongo, que el del primer hombre de las cavernas al pintar su menú de bisonte en la pared. Ganas me dieron de rodear de lanzas al cocido de arriba o de pintarle un arquero al lado del mejillón de la paella. Los dos dibujillos sirvieron durante un tiempo para avisar comidas y tapas en un bar de Lavapiés que acaba de cambiar de dueño, que está ahora mismo en obras, y que nos ha dejado a todos huérfanos... Y berreando por las esquinas como niños de "Paracuellos". Uno de esos bares en los que te sabes el nombre de la parroquia por su lugar en la barra (como Cheers a lo madrileño) y con el que adaptabas tus horarios como los girasoles... Exactamente por su luz. No conocemos todavía a esos misteriosos dueños nuevos que vienen, pero mucho tendrán que brillar para igualar a Jose y su gente. Los habituales nos cruzamos por ahí, solitarios, descompuestos, y nos reconocemos la intemperie unos a otros... El exilio... La desorientación... La condición de proscritos alejándose de su castillo en llamas... La tristeza... Y un poquito también el orgullo de no aceptar el consuelo de "otro bar" así como así... "El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas..." El Naranjo de Bulnes ha muerto... Viva El Naranjo de Bulnes.
Solo con ver los carteles ya se engancharía la gente de ese lugar que os ha dejado náufragos...hasta que al fin veáis otra orilla!
ResponderEliminarÁnimo.
Besos.
Aunque "cerrado está el mesón a piedra y lodo", espero que satisfaga a la famélica hueste.
ResponderEliminarGracias a las dos. Pedid lo que queráis.
ResponderEliminar¡¡Viva!! ¡Qué razón tienes! Supongo que es la misma sensación del primer día de un jubilado de los de antes que se había pasado la vida entera en el mismo local y en el mismo sitio, sin saber dónde ir ni qué hacer ni con quién compartir sus vivencias y elucubraciones. Ahora hay que encontrar un nuevo refugio y no es fácil.. Ni siquiera en el mismo sitio cuando acaben esas obras quizá innecesarias.Por cierto: yo nunca le he puesto garbanzos al cocido madrileño. ¿Está rico así?
ResponderEliminarDices bien, Matías... ¡Pero no me digas que no le has puesto garbanzos al cocido madrileño ni preguntes si está rico así! Con los callos, va por parcelas, el ponerle o no ponerle... ¡Pero a un cocido madrileño...! ¿Y esa redecilla de Luis Candelas para sujetarlos en la olla? ¿Y esa ropa vieja con los garbanzos machacados? ¡¡¡¡¡MATÍAS, POR DIOS!!!!
ResponderEliminarY ¿dónde se han ido todas esas canciones de Dylan berreadas, desafinadas, atropelladas, emborrachadas? ¡Ay! A su manera, Cohen lo dice: "Me siento tan cercano a todo lo que perdimos... nunca tendremos que volver a perderlo". ¡Qué coño, LOWON, píntame un vermú, que me arranco con The Times They Are A-Changin!
ResponderEliminarQuerido gran anónimo, querido anónimo máximo, nos hemos convertido en la Taberna Errante. En el Karaoke Errante, dados los tiempos (changeantes una cosa mala).
ResponderEliminarUn bar de toda la vida es un santuario sagrado para los que han gastado en él una parte importante de sus vidas. Yo, que soy mucho de bares, entiendo perfectamente ese desasosiego de la parroquia.
ResponderEliminarSaludos.
No sabes cómo te entiendo, cuando uno de esos santuarios se cerra, te quedas fuera del Paraiso
ResponderEliminarEntiendo pefectamente tu sentir por El Naranco
ResponderEliminarNo entiendo a Matias....
Por Dios,Mati!!!
Abrazos a los dos. Ger