LA CODICIA COMO ENFERMEDAD
La Sexta Columna da también sus disgustos. Ayer emitieron un reportaje sobre los caciques de España. Aparte de algún gomero socialista, endémico por insular, y los consabidos Baltar (el fascista sentimental) y Fabra (el fascista cíclope), me dieron el susto con la presidenta de la diputación de León (y otros doce cargos más o así), la terrorífica Isabel Carrasco. No le tenía echado el ojo a la "señora". Acusada de todo tipo de delitos de trinque, incompatibilidades o prevaricación (si hasta amañó unas oposiciones para colocar a su gente), León es suyo. Pero tuve una revelación casi mística al verla y oírla. Una revelación como las que tenía el doctor House nada más echarle un vistazo a un paciente. No es una lista ni una ladrona ni una trepa ni una corrupta ni una trincona, en sentido estricto todo ello, que probablemente: esa mujer está enferma. Simplemente enferma de poder. Lupus de dominio. Hasta la médula leonesa. Como mínimo, contagiada por el virus de las diputaciones. Una leprosa de la codicia. Y no ha sido fácil pintar tanto síntoma. Esos ojos. Esa boca empozada en una pura ansia... Que le den la baja por enfermedad laboral y la ingresen. No porque se vaya a curar (como experto en esta rama médica la doy por desahuciada), sino porque la tengan en una unidad de paliativos donde no haga daño a nadie: un casino amañado, un Monopoly gigante, el cuarto de los juguetes de Darth Vader... Por el bien de todos. Y que desaparezca de todos los despachos y, sobre todo, de nuestra vista, que da verdadero asco. Cuando pasas la mayor parte del tiempo haciendo la egipcia para trincar de sobaquillo y de perfil, el codo se te disloca hacia los adentros y acaba afectando a tu cara como un sarpullido de depredación, que es el eccema parásito que aguanta la epidermis del rostro para que, literalmente, no se te caiga la cara de vergüenza ni te importe su rigidez. Y aunque tiene su denominación específica en psicología, a ese traumatismo del codo que acaba atacando mortalmente al corazón también se le conoce vulgarmente como Codicia.
Es para que la encierren pero no en un manicomio, sino en la cárcel, ¡vaya pájara!
ResponderEliminarQue le den abalorios para hacerse el dogal.
ResponderEliminarMuy captada su personalidad en la imagen.Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Y eso que no la has visto comiendo...masticando con la boca abierta con la mayonesa escurriendose por las comisuras de esa boquita de piñón de Gibraltar...
ResponderEliminarYo sí. No me repongo.