LA CEOE: MANILA CONECTION
En el libro rojo de mi ignorancia, edición agotadora, yo pensaba que la CEOE era la carcasa simbólica del empresariado en este país, unas siglas formales para denominar diplomáticamente al capital con un eufemismo pactado, el rotulito que hacía falta poner enfrente de los sindicatos en la mesa de negociaciones cuando las hubiera. Pensaba que la CEOE era un mal rollo con un representante visible, el presidente de la patronal, y punto. El enemigo con siglas. Tontunas de la guerra civilizada. Pero no, oye. La CEOE es una puta organización, como su propio nombre indica. Una secta de Testigos de Jehová del Euro con su presidente loco, nueve vicepresidentes neuróticos, una junta directiva de 221 miembros atacados de los nervios, 486 sedes/bunkers por toda España y un ejército de 3.729 empleados gurkas del capitalismo salvaje. Una secta paranoica, privada y sin escrúpulos que recibe anualmente, más o menos, unos 400 millones de euros de subvención pública. Así que de simbolismos, nada. De atrevidas aventuras empresariales, nada. De individualismos románticos generadores de riqueza, nada. Y si los sindicatos son una mafia (alguien tiene que poner a su madre a bordar pancartas mientras él practica con el megáfono en un descampado, cobrando), la patronal es una mafia más la Wehrmacht más los jueces más los políticos más los curas. A esto sí que se le puede llamar Organización. A esto sí que se le puede llamar Sistema. Encima, pagando nosotros sus convenciones y sus matanzas de langostinos. Tan a gusto están con el tema de la democracia de paripé y con los sindicatos estupidizados con el ictus de la Reforma Laboral, que hasta sus presidentes han descuidado la medicación contra sus brotes de antropofagia. Díaz Ferrán tuvo que ser internado, por poner un caso. También a Rosell tuvo que llamarle la atención su logopeda veterinario por faltarle el respeto a los parados y a los funcionarios. Y ahora, al vicepresidente Arturo Fernández (mucho más truhán que el asturiano) le han pillado (sobre) alimentando a sus trabajadores con huesos de aceituna y cabezas chupadas de gamba del suelo de los bares. Plancton B. En sobres color Manila. Sin inspección de sanidad del gobierno filipino. Y al que protestaba por comer así, fuera de la alberca. El camarero rana, a pasar hambre. El modus operandi de las empresas del "Grupo Cantoblanco" (o algo así, como de coro de castrati). El modelo de producción en tiempos de crisis orquestado por su vicepresidente, el vicepatrón Arturo Fernández, y la de la regeneración democrática en los algodonales, su amiga Esperanza Aguirre: "Cada hombre un veto, cada empresario un bate". Manila Conection. Sin seguridad social y a latigazos, miles de camareros infravalorados (por muy "sobrevalorados" que estén) y sirviendo en el Congreso, en el Senado, en la Moncloa y en la Asamblea de Madrid, como en una secuela de Lo Que El Viento Se Llevó (o "Arde Manzanares"), por un sueldo de mierda y la mitad de la mierda en dinero B, para una bonita vejez en la Cabaña del Tío Arturo. Hostelería esclavista. Empresarios negreros. Patronal fascista. Los Testigos de Jehová del Euro Negro diciéndole a la gente las apreturas que hay que pasar para que, todos juntos, los del látigo y los que recibimos sus consejos en la piel, salgamos de esta coyuntura tan mala... Sigamos en esta crisis tan rentable, oyes. Y lo negamos todo, o alguna cosa.
Cantoblanco,no: cantorrodado, de dar cantazos.
ResponderEliminarCualquier relación con la música es una ofensa para los que cantan.
Ahora dicen que “su” práctica es la habitual en España luego “todos” cómplices. ¡Una de pasta sin unto y con chorizo cular!
ResponderEliminarJuás
ResponderEliminarLa cara es el espejo del sobre... y de la Transición.
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