SIMONE DE BEAUVOIR Y SARTRE PIDIENDO PEPITOS DE TERNERA
Dos pepitos de ternera de pan de ayer, de migajón chicloso y corteza afilada, mataencías; dos marcapáginas de filete vareados encima de una plancha grasienta, dos tarjetas de ganado grabadas al fuego, el código de barras impreso al carboncillo en una loncha de aceite quemado, la radio en cualquier partido de fútbol muy lejano, con locutor sobreactuado, histriónico, el bar en cualquier esquina de barrio con parados, los parados dos amigos que esperan sus pepitos tomándose un par de cañas fundamentales en la barra mientras hablan de lo puta que podría dejar de ser la vida, si quisiera. Expulsión del existencialismo. Penalti. Han inventado un detector de billetes falsos con música. ¿Y cómo es? Pones el billete en el cacharrito, debajo del foco, y suenan Los Chichos. El billete falso baila. El bueno no. Dos cañas más, jefe. Como las balas de corcho. Mañana tengo entrevista de trabajo. Aféitate. Si fuera por eso. Aféitate. Pero si ni siquiera es de lo mío. Aféitate.
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