MI BARRIO (30)
En mi barrio hay un teatro del gobierno que antes no estaba y que nos mira de dentro para fuera y no de fuera para dentro como tienen que mirarse los teatros, y hasta hay quien dice que el puto teatro es una cámara gigante del ayuntamiento para vigilarnos por si no queremos esa cultura. Yo creo que lo han hecho con las raspas de hormigón de la tumba de Franco en el Valle de los Tropiezos y la viruta de cristales de las gafas de Bertold Brecht para compensar, y aunque digan que es un teatro de vanguardia, también los nazis tenían vanguardia y hasta los visigodos cuando hicieron el paripé frente a los moros, que es otra forma de hacer teatro. Y por haberle puesto Valle Inclán a la fuerza los tontos con pelito moderno dicen que menudo teatro, que vaya teatro, que hay que ver qué teatro más siglo XXI nos han puesto, y hasta hay alguno que dice que nuestro teatro, en comparación con otros teatros gilipollas, no es manco. Pobre Valle Inclán en el Centro Nacional Dramático de mi barrio aguantando que las ministras de incógnito se vengan a desenredar el caniche que tienen en la cabeza un ratito viendo los malabares de cuatro mimos con texto dentro de la tumba de José Antonio Primo de Rivera y otro zampándose la cuarta pared de una ración de mejillones a la vinagreta en el mesón gallego de enfrente. Porque lo poco que tiene mi barrio de teatro es convenciendo a la policía hasta hacerla llorar o partirse de risa, que no todo va a ser drama ni la puta madre que parió a los directores modernos montando un Hamlet en traje de neopreno y snorkel, ese fruto de sartén o no. Cuantimás en mi barrio.
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