MI BARRIO (28)
Mi barrio es muy de reírse de todo, los unos de los otros y los otros de los unos, pero -eso sí- sin ningún respeto. Y ya cuando la gente se ríe en general, sin apuntar, es porque ha habido un chiste o se está tonto. El ayuntamiento piensa que va a ser él quien se ría el último con el tema de las multas y las cámaras y los policías sordos que nos han mandado, pero aquí siempre ha hecho mucha gracia el arco del triunfo, lo mismo de monumento que de postura en la vida. Y Santa Rita. Y la otra Rita, la cantaora. Y el abajo firmante de la Bernarda. Porque de natural, y más a principios de mes, los bares y los corrillos en las calles de mi barrio son muy de carcajada de pronto, por filosofías de novelas baratas del oeste, tómbolas en estéreo y escaleras en el antiguo ambulatorio de Tribulete. Para dos días que se va a vivir, mejor un susto al coche zeta y unas risas con aceitunas. Las mismas con que se les vuelve a colar un hueso chupado por la ventanilla y vuelta a empezar, si no se cae antes una vieja y hasta la policía pierde los papeles.
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