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Mi barrio tiene inmigrantes que han venido del mismo barrio a emigrar aquí. Son inmigrantes por dentro. Por dentro como los glóbulos blancos, rojos, negros, amarillos, azules y verdes, y le dan la vida al barrio y también la sangre y el color de sus glóbulos. Por eso a la inmigración se la llama global cuando es de muchos colores y a las ferias me remito. También la llaman por países pero es la gente que cruza por los pasos de cebra porque no se fía. Los ecuatorianos son bajitos, prealbañiles y de cerveza. Los senegaleses son altos, vendedores y de café. Los chinos son familia, estibadores y también de café. Los rumanos son normales aunque los polacos digan que no y los dos tienen teorías distintas de lo que es un tubo, un semáforo o un presupuesto. Los marroquíes son según, pero todo el mundo los prefiere detrás de un mostrador a verlos por la calle aunque hayan salido a un recado. Cuando un inmigrante de mi barrio tiene papeles compra lotería. Cuando un inmigrante de mi barrio no tiene papeles compra un abogado. La inmigración en mi barrio es muy bonita y aunque la policía no quiera saberlo aquí hay trabajo, fiestas, peleas y cosas de robar para todo el mundo y todo el mundo debería llevarse bien hasta en las peleas y los sin embargos.
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