SALVEMOS EL PLANETA: SUICIDÉMONOS
Para que la cría de un oso polar no dependa siempre de los seres humanos, los ecologistas alemanes han exigido que se la sacrifique. Que maten al osito Knut para que no perviertan sus instintos salvajes. Su madre lo ha rechazado y hay que criarlo a biberón en el zoo de Berlín. Matémosle para que no sufra ese espanto de estar vivo entre seres racionales. Hay que ser ecologista para "razonar" así. Y muy gilipollas. Colectivamente gilipollas, los ecologistas, aunque por separado (y cuando hablan con libertad, sin que nadie de los suyos le oiga -como en una secta-) y con alguna que otra copa, hay alguno que se salva. De acuerdo, nos vamos al carajo si no dejamos de contaminar a lo bestia. De acuerdo, las especies se extinguen (algunas; otras ni p'atrás) y los ríos se secan. Pero al que mate al oso lo capa un juez alemán al que le han hinchado las narices. Por lo pronto, el bicho ya ha pedido cereales para acompañar la leche. Y mañana pedirá la videoconsola. Pero estará vivo. Alienado como un niñato de padre moderno, pero vivo. Y lo dicho. Salvemos el planeta: suicidémonos.
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