DIARIO DEL CORONAVIRUS EN ALGÚN LUGAR DE LAVAPIÉS (43º DÍA DE CUARENTENA)
Lo que me apetecería picar ahora con una cervecita helada en alguna terraza de Málaga... Unos sólidos y sabrosos boquerones en vinagre con su punto de ajo. Un primer bocado y el buche que acaba con la primera caña.
Demasiado estrés en el confinamiento. Creo que nunca he aporreado tanto y tan frenéticamente un teclado como en estos días de calma y dejar pasar... Ha llegado un punto en que lo he visto echar humo. No era humo. Era la ceniza acumulada en sus rendijas que saltaba fuera con tanta inspiración escritora... Ya... Puede que no valga ni la tercera parte de lo que he escrito... La misma proporción que las buenas ideas que tienes por la mañana temprano y que, llegada esta hora, es un lixiviado de cerebro (ese caldillo que queda en el fondo en los contenedores de basura).
Oigo que vamos bien con los muertos, oigo que nos van a dejar pasear y correr dentro de una semana quizá. Como si lo que necesitáramos de verdad fuera pasear y correr como saludables hombrecitos y mujercitos sanos y joviales por parques y jardines y no coger la borrachera más desconsolada y estrepitosa en una barra del fin del mundo rodeado de todos esos amigos que dejaste de ver desde el puto bicho.
Qué difícil es ser una Anais Nin, un Iñaki Uriarte, una Ana Frank con los diarios. Me cago en Dios.
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