lunes, 6 de abril de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS EN ALGÚN LUGAR DE LAVAPIÉS (24º DÍA DE CUARENTENA)


La peste siempre ha sido un buen caldo de cultivo para los fanatismos religiosos. En la pila de agua bendita de las iglesias -no se negará su condición de buen caldo de cultivo- se han sacramentado y multiplicado enfermedades de todo tipo, tanto por contagio físico como por contagio espiritual. Las liendres invisibles de Dios han aprovechado así para cursar con sintomatología muy diversa y entretenida, y no han sido poco comunes en los creyentes los delirios metafísicos, las fiebres de trascendencia y los sarpullidos de arrepentimiento, manifestaciones corporales y anímicas que los han abocado a los primeros auxilios de un confesionario y derivado a especialistas juramentados con bata-sotana que han aprovechado para recetarles soto soborno las medicinas nefandas con las que los Vaticanos de turno se han hecho y seguirán haciéndose cada vez más ricos y poderosos. El cura, el especialista juramentado, recibe a cambio una minucia de viaje a todo plan con su monaguillo favorito a Roma, por ejemplo (con excursiones pederastas, digo pedestres, y pulseritas de todo incluido, hasta las vaselinas de importación), y el altar mayor de su iglesia recibe otro sagrario de oro, éste más gordo y con pedrería en las tejas de la caseta del perro. Así que en tiempos del Coronavirus y en temporada alta de milagros, como lo es la Semana Santa para los cristianos, mucho más y mejor incluso saltándose el rito contaminante del agua bendita... La prohibición de que los charlatanes orlados y los vendedores de humo profesionales salgan a las calles a pastorear ilusos no les ha impedido hacerlo desde los balcones o en streaming atrincherados tras sus altares monitorizados y con una wifi todopoderosa, como Dios manda, para paliar las bancadas vacías por ley. No sé cuantos miles de multas llevan ya puestas por Andalucía, que es a lo que quería referirme todo el rato... Incluso los han pescado celebrando misas clandestinas dentro de alguna iglesia. Lo de "pescar" va con intención, por si alguno se identifica, peces mediante, con los símbolos de San Pedro y San Pablo y los grafittis originarios de las catacumbas. A este tenor, los Borrachos, la otra secta con lugares sagrados de culto como los Cristianos, también han sido "sorprendidos" practicando sus rituales en sus catacumbas particulares con tragaperras y licores contra la "Ley Seca" y la suspensión de la "Libertad de Reunión". Pongo lo de "sorprendidos" entre comillas porque los chavales solían tener la música a todo trapo y porque la contraseña para acceder a la liturgia de su interior era más propia de una viñeta de Astérix y Obélix o de Mortadelo y Filemón que de una organización seria.

Con todo, yo estoy con Astérix, Obélix, Mortadelo y Filemón.

Y más hoy. A pesar de la crónica de la muerte anunciada de Jesucristo esta semana, que ya es un desahucio que se repite año tras año, el COVID 19 retrocede con datos en España. También en Italia. Falta mucho para arrojarlo fuera del todo, pero el camino elegido es el correcto, esa pelea que mantenemos casi en paralelo italianos y españoles... Los miles de muertos que dejaremos en los arcenes quizá ayuden a que otros países se orienten correctamente en lugar de mirarnos con asco por encima del hombro.

Una de las tareas que hay que plantearse de cara al fin de la cuarentena y a su escalonamiento es qué hacer con los contagiados asintomáticos, los "washington" que decía Javi. Ahora mismo, y con caritas de estar más sanos que una pera, pueden contagiarte el coronavirus sin ellos saberlo con solo preguntarte la hora... Y parece que se van a necesitar millones de tests para que el Carita de Pera que te pregunta la hora sepa que está contagiado y que, hasta que no expulse naturalmente su carga vírica, es una jodida y sonriente bomba andante. Eso sólo para identificarle... Ahora la disyuntiva que sobreviene con Carita de Pera es una cuestión de ética política (?) y de talante democrático: ¿a Carita de Pera se le obliga a confinarse los días que haga falta hasta que se le gaste el bicho en algún polideportivo o en algún hotel de parte del gobierno, o dejamos que el confinamiento sea opcional, esto es, a su libre albedrío, y que él solito se confine voluntariamente en su casa o donde él diga sin mayores vigilancias ni coacciones, hasta que le desaparezca la carga vírica igualmente? ¿Y si no le da la gana al Carita de Pera? ¿Y si promete salir lo menos posible, porque otra prórroga de cuarentena, ahora doblemente estricta y vigilada, no le viene demasiado bien a estas alturas del año? Me da pena ese chaval y el dilema al que se va a enfrentar. Más que nada, porque Carita de Pera puedo ser yo perfectamente. O tú, que me estás leyendo...

Voy a abrirme una cerveza. No quiero aplaudir en el balcón con Carita de Pera... Angustiado.


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