viernes, 6 de abril de 2012

SI LA CRUZ HUBIERA SIDO UNA HORCA...

Desapasionadamente, durante la Madrugá, pensamos en la posibilidad de que Jesucristo no hubiera sido crucificado, sino ahorcado. La deriva de la religión cristiana habría sido algo distinta, pero únicamente en las formas. Los creyentes llevarían una soga al cuello para reconocerse entre ellos. Tal vez un cadalsito completo. La señal de la cruz para bendecir o para persignarse habría sido sustituida por la señal de la horca, quizá un gesto de degüello a la altura de la nuez con la mano derecha, sacar la lengua exageradamente por un extremo de la boca, un endurecimiento fastuoso del pene o del clítoris (ya se las habría ingeniado la Iglesia para provocarlo con aguas benditas azules o similares)... Los estigmas de santidad también habrían venido por ahí: marcas rojas en el cuello, caras amoratadas sin motivo, robar caballos... La sábana santa, una capucha. Los clavos de Cristo, la soga de haber atado sus manos a la espalda. Las astillas de la Vera Cruz, las astillas del Vero Patíbulo. Esta noche, desapasionadamente, durante el paso del Viernes Santo al Sábado de Gloria, pensaremos en la posibilidad de que Jesucristo hubiera sido lapidado.

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