domingo, 15 de abril de 2012

AVATARES DE UN ELEFANTE


En mi otra vida fui un salmón. Un pez grande y lustroso en un río del norte de España, no recuerdo ahora su nombre. Un día de la terrofírica temporada de pesca nos encerraron con malos modos en una presa ínfima y nos temimos lo peor... Pero en lugar de las traicioneras redes de los cedazos, o un definitivo y horrísono cartucho de dinamita, allí sólo apareció un anzuelo estremecido. Una comba de acero que tiritaba ensartando un enorme gusano vivo. Era un único anzuelo que no paraba de temblar ahí arriba, en nuestra película de cielo, como si al otro lado del hilo y a los mandos de la caña sólo estuviera un anciano decrépito o alguna otra forma de decadencia entre los humanos. Por aquel entonces las únicas que entendían de política eran las truchas y las anguilas, acobardadas en el fondo, escurriéndose entre nosotros para pasar a retaguardia... Miré a mi alrededor, vi el pánico de mi gente y no me importó dar un aletazo al frente y morder aquel gusano confitado para acabar con mi angustia y la de todos. Ya había visto confiar en el estúpido engaño a otros amigos míos y sabía que eso era el final. Pero qué era la vida de uno, si salvaba la de los demás. Y así pasé de pez a pescado, simulando que había sido el débil tironcito de aquel pescador el que me había sacado del agua y no otro potente aletazo de mi cola, despidiéndome de los míos. En mis últimas bocanadas dentro de una cesta de mimbre sin estrenar, aún pude oír los aplausos y los parabienes de los batidores que había en la ribera. Probablemente, el orgullo por haber salvado a mis compañeros infiltró cierto sabor a victoria en mi carne rosada, pero eso nunca lo supe. Pasaron los años y me comunicaron que en mi próxima reencarnación sería elefante en Botswana, en premio por mi anterior hazaña. Un paquidermo grande y lustroso en una reserva protegida en África, lejos por fin  de las miserias de la política y del poder en España... Un elefante que no podría ser pescado nunca, me dijeron. Y además ¿qué podía temer yo de aquel anciano tembloroso después de tanto tiempo? Probablemente habría muerto durante mi estancia en la rueda de las reencarnaciones, en mi limbo esperando cuerpo, y la infamia de aquellas pescas trucadas sólo sería ya una anécdota aborrecible en el pasado de ese país de mierda... Con todo, pedí ser elefante sin uno de sus legendarios atributos, la memoria, por lo que pudiera pasar con los descendientes de aquel viejo... No me fue concedida esa piedad.

1 comentario:

  1. De la misma escuela.
    Con la misma crueldad.
    Un ser humano que se divierte matando no debería ostentar ningún tipo de poder.

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