UNAS BRAVAS CONTRA DIOS Y EL REY
Paseo nocturno, oxigenante, por el Madrid más de Dios y del Rey. La Catedral y el Palacio Real, con una estatua de J.P.II de por medio (un mimo congelado en el momento de soltar una paloma). Típica noche de parejitas, paquetes de turistas y terrazas. Sensación jódete Espe, jódete Faraón. Pero vi un regimiento de jardineras acotando una zona de aparcamiento en el porche lateral del Palacio -alguna furgoneta de mantenimiento, todo lo más- y eché cuentas: a cien euros cada jardinera... Su puta madre. Mi dinero. Al Viaducto... Único camino recto para las Vistillas. Remember las salchipapas. Después a la Latina, al desagüe sur de la Cava Baja, calle Tabernillas, del Ángel. Casa Mateos. De toda la vida. Unas cañas y para casa. Ruta a seguir. Calle Toledo, la Ruda, Cascorro, Encomienda, Esgrima... Y un encuentro casual. Amigos. Él y ella. Información de gusa y que si apetecía. Con dos cojones y vuelta a Casa Mateos a por unas bravas. En su punto de picante y en su punto de recién hechas como para hablar idiomas ininteligibles y de venga haches aspiradas. Mucho mejores que todo el granito y el mármol y que las putas jardineras para que un mayordomo aparque derechito. Arriba: apuntes post mortem de lo de los minerales y el Papa Fofó. Hasta que mi cuerpo no diga lo contrario, las bravas siguen en mí, oh, Dios mío. Consérvame la fe.
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