jueves, 21 de agosto de 2008

EL HIJO DE PAPÁ LISTO (ARRANQUE)


Papá Listo decía que todas las amistades tienen sótano. Y mientras Tita Loca pensaba en ratas y cadáveres emparedados, yo prefería pensar en bodegas y buen vino, en amigos con misterios agradables de resolver. No porque Ana mordisqueara sin parar lápices de madera tuvo que ser un castor en su vida anterior. No porque Paco se pusiera nerviosísimo en presencia de cualquier perro tuvo que ser sodomizado por un boxer a los tres años... Ese tiempo en el que Papá Listo hablaba de los sótanos de las amistades era un tiempo fresco y luminoso, con todas sus horas recién desembaladas y en perfecto orden para ser gastadas como las fichas de un casino. Al menos, así era para mí. Claro que las amistades de Papá Listo tenían sótano, pero porque venían de años oscuros y tremendos, amigos duros para momentos difíciles. Lo emocionante en las amistades de un adolescente bien comido y feliz no era que todo amigo tuviera un sótano, sino que podía tener un ático. Esa inocencia era lo que enervaba a Papá Listo y hacía aplaudir a Tita Loca cuando les contaba de nuestras andanzas por la ciudad o de las aventuras en el instituto.
-Ese tal Julio toma drogas.
-Hachís.
-A tu amiga Fernanda la vieron... ya sabes...
-Follando.
-... En... En el Parque del Oeste.
-Julio lo sabe todo del cine americano y Fernanda roba libros para regalármelos. Ni fumo porros con Julio ni follo con Fernanda. Sólo son mis amigos.
Ese fue el tiempo en que hubo una patria infierno con yogures importados y edredones rellenos de pubis de ángel; una patria casa con sonrientes titas suicidas y rollizos padres con hemorragias en los bolsillos. La muerte entonces no llevaba una guadaña al hombro, sino una enorme bolsa con golosinas, y en su cara de esqueleto se apreciaba una dentadura perfecta, de actriz de cine, con la que sonreía y sonreía bajando la escalerilla de su avión presidencial antes de saludarnos. Hola, hola, hola, mis queridos mortales. Tomad estas chuches. Papá Listo lo mismo podía contratar a la muerte que al propio cáncer en versión pastelito con solo firmar un cheque de los suyos. Compraba profesores, piscinas, atardeceres, demonios y novias. Dejaba que Tita Loca se arrojara desde el ático porque abajo ya tenía un ballet de aceitados muchachitos desnudos sujetando una preciosa red protectora con bombillitas de árbol de navidad. ¿Y dónde está el niño? Estudiando matemáticas en el salón. Habrá que comprar esas matemáticas...

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