LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (28)
Un filón de buenos nervios dentro de mi cabeza
Quién los encontrara
Por ahora me apaño
Dando alaridos
Todos juntos y abandonados
como una metralla que trató de matar
algo importante
hoy olvidado
Es la música del bebamos
Haces una espada de madera
Con su viruta la flor que rechazará la muerte
Cuando trates de regalársela
Lo otro es morderse las uñas con dramatismo
hasta cien generaciones hacia atrás
Toda la bondad del mundo cabe
en un cuarto con un hombre solo
Cómo explicar
Que la verdad no es tan difícil
aun teniendo patas y desesperación y ojos huidizos
Que la vida no lo es todo Ni el dinero es malo
O que las mujeres se masturban pensando gilipolleces tales
Como que les acaricias el pelo o les coges la mano o les dices
Te quiero
El consejo de todo buen padre:
Nunca demuestres experiencia en desabrochar sujetadores
Incapaz de esto.
De esto. Insisto. De esto.
El suavizante de mi ropa es tan fuerte que se ha comido la cuerda de tender.
Creo que no estoy en mi mejor momento.
Sé de maldades. Sé de alguna que otra bondad que he visto.
De las pocas que he hecho no puedo hablar.
La última carga de la caballería.
Jinetes contra tanques.
Polacos contra alemanes.
Entonces sobrevivieron pocos.
Hoy, probablemente no quede ninguno
para recordarnos el escalofriante relinchar
de aquellas bestias descuartizadas al galope.
No sé si se siguen produciendo cargas así por el mundo
pero se me ocurre que deberían.
Enfermos terminales con cojones
eligiendo su caballo
y su tanque alemán.
No.
Un no con bridas de sí, en estribos de sí,
cabalgado por un hombre sí, enfebrecido y soñador.
Y enfrente bocas negras escupiendo fuego sólido.
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