sábado, 5 de mayo de 2007

EL SENTIMIENTO MEDITERRÁNEO DE LA VIDA


Si no te mata la bala, te mata la infección del plomo. Si no te mató el Mediterráneo de pequeño, te mata el recuerdo. Cuando juntábamos tractores y olas a base de flotar en "de una rueda su recámara" con una válvula gigante que invariablemente te dejaba escrito el padrenuestro en la barriga y en las piernas. El Mediterráneo como todo lo que le sobraba a un chiringuito. El Mediterráneo como sopa de alemanas gordas que olían a coco. El Mediterráneo como frufrú nocturno y el Mediterráneo como posavasos de hidropedales. Ese tipo de agua simbólica que infectó a los griegos, el aliviadero de los fenicios, el trampolín de los moros, la cubitera de la sexta flota, la palangana de Fraga, el azulito de los bebés con huevos. Por eso uno ve una montaña y se sube. Por eso las parrochas, no las sardinas. Por eso recordar el tsunami de Indonesia. En Málaga lo ven venir y ponen las paellas en alto. Pero sólo en el último momento. Y a la vida que le den por culo.

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