jueves, 1 de febrero de 2007

TERMÓPILAS




Antes hablaba de murallas y defensa y música para animarnos porque vienen. Los hijos de puta vienen. Perdonad que tenga esa fea palabra siempre en la boca pero es que los tiempos son feos. Y vienen esos que digo. Políticamente están a la derecha de Dios. Personalmente están a la mierda. Y únicamente en términos de bondad, ideologías aparte, se les puede llamar hijos de la gran puta: se cuidarán entre sí y cuidarán de sus privilegios depredadores por encima de cualquier forma de justicia, igualdad o razón natural. Los desgraciados lo son porque se lo merecen y a los pobres es que no les gusta trabajar. Es inútil razonar con ellos. Las revoluciones y algaradas y manifestaciones tampoco les afectan. Históricamente comprobado. No sé si es el capitalismo, el liberalismo, la obscenidad del dinero, la obscenidad de las religiones, la endogamia de los vampiros, pero el caso es que están más fuertes que nunca. En España y en el mundo entero. Los fanáticos de la diferencia y los fundamentalistas de la mierda. Por Dios, por Alá, por el cambio climático o por los nuevos mapas que hay que hacer a causa del petróleo. Vienen. Nos va a dar lo mismo parar a un hombre bomba que a una hipoteca. Ya no se trata de sobrevivir o no. Esta es una guerra perdida y por lo tanto ya sólo es cuestión de honor. Se trata de que no nos jodan como a perras por aquello de la educación de los perros y el estado de bienestar y la democracia y trágate dos raciones de quinientos políticos ladrones y no protestes ni digas hostias que vas preso. Si por la sangre les viene a estos el dinero, sería justo que por el dinero les viniera la sangre. ¿Qué han dicho los franceses que hagamos hoy? Ah, sí, que contra los hijos de puta desconectemos los electrodomésticos cinco minutos. Uno está en las Termópilas y estos gilipollas en la peluquería. Manda cojones.

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