jueves, 24 de mayo de 2007

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (27)


Pero aún miramos eclipses.
Aún el cielo.

Con unos calzoncillos ahumados, mirando eclipses.
Mirando para cruzar.
Humanamente.

Gelatíname a Dios, que lo estucho.
Luego lo vendéis.

El Jazz Acuario (la gente trabaja).
Una Memoria del Eclipse. En agua.
Hecha hielo, el agua. La memoria en jazz.
El Eclipse en Acuario.
Pobremente, arder. Finales
de leña tan en parte metálica
como de madera terminan siendo los huesos del que se sienta
y hace el amor en arial. En timesromán nostalgia.

Casi todos trabajan hacia delante, muchacho.
Al Gobi.
Con jersey de cuello alto, al Gobi.

Tres policías eran.
Azules, altos y armados, tres eran.
En un bar.
Yo bebía hacia una pared.
Los policías eran azules y altos y tenían botas progresivas.
Tomaban refrescos mientras la luna pasaba delante del sol.
No hemos conseguido nada desde la rueda.

Y la rueda qué cojones.

He de bajar a la calle.
Y estar.

Entonces el tiempo. O las máquinas.
Y abrazar o comprar.

No es una casa. Es un nacimiento.
Lloran.

La vuelta está tapiada.

Lágrimas jóvenes retroceden al viento en la flecha que viene.
El sol es polvo quemándose.

Una completa información sobre la vida. Sobre ella. Sobre
nosotros.
Una absoluta canción orbital.
Y sobre el mal.

Morir. Vivir.
No estamos tan lejos.

Es mi intento un millón, muchacho.

Espero que ahora sí.

En lo de vivir o en lo de morir. Espero que ahora.

No soy tan reloj como para despertarme según vosotros.

Y entonces. Entonces.

Es tremendo. Es tremendo. Es tremendo.

Soy muy pocos, pero todos valientes.
Bravos.
Enormes.
Una vez escribí enormes amados tiernos escritores
de madrugada.

¿La vida boquea y vosotros escribís?

Nosotros boqueamos.

Una vieja, grande, triste Costumbre.
Ese hábito.

Jazz acuario.
Un ritmo entre el molar de un Iguanodón
y una entrada de cine
con amigo en hospital.

Lo otro es progresar
hacia un rimero de camisas planchadas

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