martes, 7 de septiembre de 2010

RODOLFO FOGWILL


Hace poco murió Fogwill, el autor de "Los Pichiciegos". Tuvo que ser un tipo muy especial. Leyendo la nota tan cariñosa y sentimental que le escriben sus editores extremeños en el Babelia del pasado viernes, uno imagina a un tipo hedonista y juguetón, felizmente enrabietado, lujosamente cabreado, agresivamente tierno; un tipo encantador y asocial, por no pensarle directamente un divertido y duro expresidiario como lo fue en realidad. El gamberro terco con su colección de palabras cortadas a hachazos, y su madre viviendo abajo, sin tener muy claro si ordenarlas en un folio o meterse una raya de coca y que le dieran por culo a la gloria. El plus o el agravante de ser argentino ya es para nota si le cogías con la verba inspirada. En cierta ocasión, Emilio Piccione, amigo de Fogwill, se atrevió a enseñarle un cuento suyo a Borges, a ver si el presidiario iba o no por buen camino para llegar al Parnaso, barrio de la Chacarita. Tal y como era el genio ciego de melindroso, y cogiéndosela con papel de fumar, el tal Piccione le leyó el cuento... pero saltándose las partes más escabrosas y leñeras, típicas del estilo de Fogwill, no fuera a ser que don Jorge Luis vomitara sobre la Enciclopedia Británica. Cuando terminó la lectura, es leyenda que Borges suspiró lentamente y dijo, la excelsa porra de su nariz apuntando al cielo: "Estamos sin duda ante un maestro de la elipsis". Fogwill todavía se tiene que estar descojonando en la tumba. Descanse en paz.