jueves, 18 de julio de 2013

MELCADONA


Frente a la desafección (asco, arcada, gómito expandido) de la ciudadanía con respecto al gobierno, Rajoy se fotografía en animada y distendida charla con los grandes y satisfechos tiburones empresariales del país. Unas fotografías inyectadas por el gabinete de prensa de Moncloa, sin réplica alguna de fotógrafos independientes. Manipulación por la vía del embudo y del paté de libertad de prensa. Con todo, los medios las publicaron. Con el troncho de empresarios que ya se estaba aliñando con el rey en Rabat, era el otro cogollo que le faltaba a la propaganda. El mensaje del Presidente Tácito era: "Los mayores empresarios del país están conmigo". El otro mensaje que entendí yo fue: "La gente me importa una mierda". Entre las muchas caras odiosas del enjambre de corbatas (Iberdrola, Repsol, Mapfre, Telefónica...), me quedé con la del señor Chinarro. El de los payasos de la tele. El que les decía a Miliki, Fofó y Fofito que no tocaran el botón rojo mientras él estaba fuera. El señor Chinarro Joan Roig. El de Mercadona. Lo ponen de ejemplo en las Escuelas de Negocios, esas masaras de fundamentalistas del capitalismo. Para Joan Roig aquí se vive demasiado bien sin trabajar, de modo que lo que propone es que la gente viva como el culo y se deslome currando en sus almacenes. "Vivir para trabajar" es el concepto. China es el ejemplo. Incentivos, objetivos, estímulos, y bolitas de queso para el ratón que más vueltas le haya dado a la noria. China. Gente delgada. Joan Roig. Empresario modélico. Que se lo pregunten a sus proveedores. Que se lo pregunten al que no está dispuesto a currar catorce horas seguidas. El señor Chinarro Joan Roig. Su misma cara y su misma frase. No se os ocurra tocar el botón rojo... y respirar en horas de trabajo. Me da igual que sea con un látigo, con anfetaminas o con bolitas de queso, pero que un tipo se esté enriqueciendo con el miedo de la gente me parece repugnante. Dudo de que necesitemos más empresarios de su calaña, como pregonan por la CEOE. Lo que sí tengo claro es que aquí lo que hace realmente falta es perder el miedo. O por cojones o por la inconsciencia con la que Miliki (q.e.p.d.) "respiraba" en su puesto de trabajo, decia "nanianiaaanianianianaáááá", y apretaba el puto botón rojo.