martes, 27 de marzo de 2012

EL MOÑO DE LA DEMOCRACIA

(ELECCIONES EN ANDALUCÍA. GANA LA COALICIÓN PSOE / IU)

Yo no sé votar. Y lo poco que sé, lo hago en defensa propia. Metiendo un papel en una caja, como si fuera la rifa de un jamón de político. Luego el jamón resucita y es un guarro con mando. A que tú elijas al guarro lo llaman libertad y a mí eso me parece poca cosa. El moño que le prestan a una calva cada cuatro años. Un paripé que las tiranías se saltan, pero que a las democracias les gusta mucho. Por megafonía y con una música machacona del mismo padre que el de las tablas de multiplicar de cuando chico, con altavoces y como si fueras tonto te rifan el guarro y cada cortijo te promete que el suyo tendrá mejor sabor. Son guarros recién salidos de la peluquería y oliendo a coche nuevo. Te engañan ya desde el cartel y tú, por orgullo, lo único que haces es tratar de distinguir al guarro menos mentiroso en la pamplina esa que llamáis jornada de reflexión ("Prohibido influir: hombre ya manipulado") o antes, cuando el guarro se arranca al trote por la pasarela de la campaña y todos los veterinarios venga a sacarle fotos y a hablar maravillas de sus hechuras, como si hubiera algún cerdo que no hozara o que no llevara en los andares lo cerdo que es y las cerdadas que sabe hacer. Y por eso no te extraña que el guarro que sale elegido no haga otra cosa que explicarte desde su poltrona por qué lo que siempre fue triquinosis ahora se llama coyuntura o, directamente, por qué no te da las lonchas que te prometió. Porque él no puede. Porque él tiene un guarro superior por encima. Un guarro que no ha salido de ninguna rifa. El GUARRO supremo y que nadie ha visto. Otro paripé de la democracia que tienes que tragarte oyendo pasodobles en la cola del paro. Porque uno sabe que nunca jamás ha mandado ningún rey, ningún partido, ningún gobierno, ningún político. Cuando uno sabe que los que han mandado siempre son los ricos y los curas. Los señoritos, los bancos y los obispos. Los que siempre han mandado y los que mandarán. Los que se cuidan muy mucho de llamarse de ninguna manera directa, sea con siglas o con neones. Los cerdos de siempre. Los cerdos mandados y los cerdos de arriba. Y uno lo que hace es votar en defensa propia y por el orgullo que decía antes. Por decencia y porque mis hijos puedan mirarme a la cara, aunque lo que me pida el cuerpo sea rebanarle el pescuezo a todos los guarros y sus cuadrillas de veterinarios, y que salga el sol por Antequera. Pero bastante sé que el anarquismo sólo trae alegría, no comida; bastante sé que el comunismo sólo trae ilusiones, no libertad. Y que todavía no valgo para matar, aunque me estéis matriculando en el último curso y con buenas notas. Pero me cago en vuestra nación, que no es la que yo llamo mía y que jamás oleréis ni por el forro porque es más grande que vosotros y que cincuenta millones de desgraciados como yo. Con vuestra democracia de miriñaque y vuestro progreso de tener cosas, me habéis enseñado todo lo malo de ser menos persona entre millones de personas que ni conozco ni me importan, y en ésas he cogido costumbres que, de haberlas cogido de chico, mi padre me habría largado una hostia y con razón. La costumbre de las hipotecas, la costumbre de la necesidad sin falta y hasta la costumbre de la tele encendida porque sí. Pero que no me vengan los listos, los vendidos y los hijos de puta de la capital a decirme que voté un atraso o que voté una corrupción porque yo sólo voto en defensa propia y donde haya menos dolor para mi gente: a mí los guarros me pueden decir a qué hora tengo que levantarme por la mañana, pero no con qué papeleta de las suyas limpiarme el culo.