jueves, 3 de octubre de 2013

LAS GAFAS NEGRAS DEL "CAIGA QUIEN CAIGA" DE LA FALANGE


Si la República hubiera tenido la oportunidad de hacer el retrato robot de su violador aquel 18 de julio de 1936, día de autos, le sale el careto de Carlos Fabra. O muy parecido. Un trilobites del fasciozoico, allá por el trincaico de Castellón. Un fósil Rayban que ha estado en la feria de Quijorna y que es el antecedente directo y reptiliano de la alegre cabra de la legión. Y lo que en la cabra es comerse un folio de oficina si se distrae el sargento, en Carlos Cabra es comerse un cohecho, una recalificación, un desfalco o un tráfico de influencias de siete carriles si se distrae esa ciudadanía de Castellón que, encima, le ríe las gracias en los clubs de la comedia que organiza su Diputacíón. A la puta cabra. Desde hace décadas. Y aunque haya antecedentes de condenas en firme a cabras de la legión, monos de lo mismo, y mulos de cuartel que le han pegado una coz a la caja con la paga del mes, no creo que Carlos Fabra acabe en ningún establo penitenciario, por más que aparezca ante los medios veterinarios con su tirilla negra de culpable en los ojos. A los bichos así los cuida la protectora de animales del PP. Tanto más a un ejemplar que ya estaba en el mango del paraguas de Fabila. Tanto más a un troglodita humorista que echa migas sobre una loncha de combustible fósil para que bajen los pterodáctilos. Esa joya. El Cobi de las olimpiadas de la Corrupción desde que Franco se puso sus gafas negras en el balcón de la Plaza de Oriente, en aquel Caiga quien Caiga de la Falange, y Pinochet se cruzó de brazos todo orgulloso, y augusto, y gafado, con las que le había regalado el Cíclope de Levante. ¿Que violó a la República? ¿Que se está tirando a la Democracia actualmente? La culpa es nuestra, que las vestimos como putas.