martes, 22 de mayo de 2012

CARLOS DÍVAR, EL DE LA ZARZUELA



A veces me acerco y huelo, como los perros. A veces me acerco y me restriego contra la pantorrilla de las cosas, como los gatos. Pero a veces me acerco como un hombre o alrededores y ya estoy liándome a puñetazos contra el diablo, aunque la sombra que había olido haya escabullido el bulto y ahí ya no quede nadie, nada, y todo sea periodismo, realidad con letras antiguas, neón de advertencia y desgracia para la gente que supuestamente iluminaba y acaba de quedar oscurecida. Que el tipo que sonríe arriba sea el presidente del Consejo General del Poder Judicial y el del Tribunal Supremo, y pueda escabullir el bulto con su chaqueta y su corbata mientras le roba a los pobres y dice que Garzón es un delincuente... Y que aquí no vea a nadie sacar los puños o escupirle en los ojos a ese cerdo... Es poderoso el diablo. Es malagueño el diablo. Es muy religioso el diablo (rezador, de derechas, pulcro, noctámbulo). No es que se le tenga miedo a una alimaña en un estado democrático. Es que la alimaña, esa solemne alimaña, es el estado democrático, y 6.000 euros son una miseria para un puto juez de mármol con un ejército de abogados lameculos dispuestos a firmar con el ojete para que permanezca el status quo y cualquier intento de pedirle justicia a un juez sea desestimado... ¿Por qué pinto gente así? ¿Por qué cojones? Aprendo mucho. Aprendo una barbaridad pincelada a pincelada por esos rasgos. Todos mis prejuicios quedan borrados. Sólo el rostro. Sólo esa puta cara. Lombroso estaba equivocado. El asesino es ya el disimulo. El crimen es el conjunto. Y el conjunto es borrar los prejuicios y pintar como el que hace un retratito de primera comunión. No hay un gremio más vanidoso (obispos aparte) y que dé más trabajo a los pintores de retratos que los jueces. Gente de nomenclatura. Como los boy scouts de Stalin. Cómo me gustaría que el monaguillo con peana de barra de puticlub del Dívar me encargara un retratito para decirle que ya se lo hice y no me gustó una puta mierda lo que vi. Jueces gays aparte, Alfonso del Real es el que tenía que ser el Divo de la Justicia en este país. Él sí sabía caminar chulo en las Zarzuelas. También en las verbenas. Cuando le pillaban en un renuncio fuera de los escenarios siempre se atusaba el bigote (un detalle que le falta, señor jet juez) y clamaba por que acudiera la policía, que él, fascista de corrala, siempre fue un hombre de orden. Qué puñetas. No me pierdo el sermón que le deje decir Rouco Varela en cualquiera de sus franquicias el domingo que viene. Franquicias, iglesias, qué más da... Amiguitos de arzobispado, los del látigo con la grey.