jueves, 29 de diciembre de 2011

CARTA A LOS SÚBDITOS MAGOS

La cebolla es escarcha
Cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
Y de mis noches.
Hambre y cebolla,
Hielo negro y escarcha
Grande y redonda...


Queridos Súbditos Magos, me llamo Juan Carlos y este año he sido... bueno, he sido. No quiero que me traigáis dinero, que ya tengo. Tampoco quiero que me traigáis más yates, que ya no sé donde ponerlos... Este año quiero que me traigáis una cebolla. Exactamente la cebolla del poeta criminal Miguel Hernández. Esa Cebolla. La que tiene poderes. No intentéis colármela con una cebolla de imitación porque me daré cuenta. La Cebolla que pido es empática, solidaria, alimenticia, metafórica y omnipresente. Es la Cebolla de la que vive el pueblo, la que da sombra a los niños enfermos, la Cebolla que amamanta pequeñas furgonetas, la que limpia los cristales de las tiendas humildes, la que arde en las heladas noches de invierno con la luz cortada, la Cebolla de final de mes, la Cebolla que es una beca, un préstamo, una invitación, la Cebolla urgente, la Cebolla medicinal, la Cebolla amiga, la Cebolla de compasión y la Cebolla de premio, la Cebolla terrible, la Cebolla dulce, la Cebolla hilarante de la desesperación, la Cebolla que se abraza y te abraza, la cebolla que llora y mea el pueblo. Quiero esa Cebolla para metérmela por el culo a ver qué pasa, queridos Súbditos Magos, por si tenéis curiosidad. En un platito os he dejado unos bombones Ferrero Rocher, una fotocopia de lo que gano y un vale de taxi-cunda para los camellos. Limpiaos en el felpudo antes de entrar, chusma, que sois chusma...