miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡OSTRAS, MATEO MORRAL!

Ayer por fin me hice con aperos de fumar. Como quien se compra un arado y unas semillas y se echa al monte a vivir de sus siembras. Aperos máquina de liar, cigarrillos vacíos (tubos) y paquete de picadura (Domingo Negro). Achiperres contra el abuso de los mandarines. Yo, que he sufragado con mis impuestos directos a las labores del tabaco media autovía del Mediterráneo, he dicho basta. Por lo pronto y para comenzar. Todos los principios son aristócratas. Así que tabaco de picadura y ostras, como adelanté. Ostras, que me producen aversión gastronómica, pero que son un vergel para los pinceles. Esa falsa suculencia (la primera arcada del primer náufrago que se propuso comerse ESO), todos los matices del gris y del blanco como perífrasis de un bocado que promete llenarte de tornasoles el paladar y luego es ameba en su fango de líquido amniótico y eructo de ola. Ola, óleo y aerógrafo, básicamente. Tabaco de maquis y ostras de menú de hijo de puta. Tiembla, Sistema. Habéis parido otro Gavrilo Princip. ¿Qué fumaba Mateo Morral? Si no hubiera sido por aquel tendedero de ropa... Ah, las redonditas bombas Orsini, también liadas a mano... Me gusta cómo ha quedado la viruta blanda del hielo (derritiéndose a ojos vistas, aguaminoso ya) y el frío de los dos pobres limoncillos.