jueves, 21 de junio de 2012

EL MALAMADRE DE LA SELECCIÓN FRANCESA


Ganemos o perdamos el sábado, nadie puede quitarnos estos días de acojone francés, este tufito a miedo que llega de los Pirineos y que ventilan los mañicos de Sabiñánigo por las mañanas echando espray de orujo en el paisaje. Merde. Merde francesa. Nunca les hemos ganado en un partido en competición oficial, pero merde... El regalo que nos han hecho los suecos por todo lo que se rieron sus walkirias con Alfredo Landa. España-Francia en cuartos, el sábado. Otra vez El Empecinado, El Cura Merino, Agustina de Aragón (que era de Tarragona), el Motín de Aranjuez, Godoy el Príncipe de la Paz, el Dos de Mayo Fiesta de la Independencia, el General Castaños a castañazos, Bailén y la tortilla francesa. De los franceses, el único que me preocupa es Rivèry. Benzema también, pero es más de casa. Digo Rivéry, el de la cicatriz. Pese a lo que sé de él, un tipo que me cae definitivamente bien. Un bala. Un malote. Un polvorilla marcado por el destino. Un tipo que parece peligroso y lo es de verdad. Piqué, el simplón de Piqué, por ejemplo, tiene pesadillas en las que se encuentra con Rivèry a oscuras en el área y se despierta empapado en sudor bajo Shakira, que estaba haciendo yoga sobre su boca. Busquet también ha ido a terapia por culpa de Rivèry. Hizo su teatro una vez a su lado y el francés sólo tuvo que enseñarle el colmillo de barrio para que el catalán se levantara de inmediato. Scarface... Scarface... No apaguéis las luces del campo... No vayáis solos a las duchas... No os quedéis los últimos en el vestuario... Scarface... Scarface... Delincuente, putero, drogadicto y rebelde, a Rivèry le dieron de mamar chispas de forja y su primera papilla sólida fue su propio cerebro: salió disparado por un parabrisas a los dos años en un accidente de tráfico que probablemente provocó él mismo. De ahí esas cicatrices en la cara. Luego le echaron de más colegios que cursos aprobó y se curtió a hostias en los descampados de Boulogne con pelotas robadas. Después jugó en los portuarios campos de Marsella, donde mandan a sus hijos los mafiosos sicilianos en viaje de estudios. También en Turquía, con el Galatasaray, aunque estuvo más tiempo dándole patadas al banquillo del calabozo que jugando. Altercados con la policía, con los aficionados, abusos con el alcohol y trata de blancas (con una mora menor; puta, pero menor; menor, pero puta, en un puticlub de Los Campos Elíseos -Capitán Haya para los del Real Madrid-, en la linde de los dieciocho, pero para el lado de acá del delito). El perfil ideal para que el ojeador nazi del Bayern de Munich se fijara en él. Desde entonces hasta ahora, esposado en la selección francesa, de Malamadre de esa cuerda de reclusos, pasando por una agresión a Robben, su boda con una argelina (de las de navaja en la liga: le van las Sherezades de chabola) y su conversión al Islam. Todo un personaje, Rivèry. De nombre Franck, como en las novelas negras. Contra este individuo, la maldad innata y la fiereza de alimaña de Iniesta, nuestro Heidi en el centro del campo. Contra este individuo, los antecedentes penales y la brutalidad de psicópata de Xavi, nuestro Benji en el centro del campo. Contra este individuo, la inteligencia sobrenatural de Sergio Ramos, nuestro Agamenón en la defensa... Pero tenemos a Casillas, que es de Móstoles. El alcalde que primero le dijo a los franceses que una mierda en 1808. Que se repita la historia.