sábado, 9 de febrero de 2013

LA AGENCIA TRIBUTARIA Y EL PERRO DE GOYA


Hay que ser de la pasta artificial de un político para decir mentiras y barbaridades sin que se te mueva un músculo de la vergüenza, un pelito de la conciencia. Hay que nacer o hay que haberlo mamado desde pequeño, tal vez desde un puesto de delegado de clase ocultándole a tus compañeros tus arreglos con el profesor o tus acuerdos secretos de gobierno con el monitor de gimnasia. Por eso no puedes mandar a ningún becario a decir mentiras y barbaridades en tu nombre, por muy técnico que sea el cargo o por muy voluntariosa que sea la caniche, que viene de ensayar el truco en el palacio de la marquesa con relativo éxito y el público entregado. Pero delante de las cámaras, los focos... y los otros perros, los de la prensa, lo que suele pasar es que la caniche comience a titubear, a ladrar sin sentido, y, finalmente, a gimotear pidiendo su lonchita de jamón york light. "No sé ni lo que he dicho. Cualquier barbaridad". Con el micrófono todavía abierto. Para que el otro caniche moviera el rabo cómplice, aprobando su actuación o disculpándola. Colegas. Y no, oye. Salgamos pitando de aquí. ¿No ha colado lo de la amnistía fiscal exclusivamente para los no delincuentes? No. ¿Ha quedado raro? Rarísimo. Y a saber la paliza que le ha caído a ese pobre animal histérico (los caniches están todos locos) cuando llegó donde su amo. A saber el castigo. Lo conoceremos en su próxima comparecencia. Veremos si Beatriz Viana quiere seguir en esto de alzarse sobre su naturaleza para convertirse en un bicho. O lo deja. Mi instinto fisonómico me dice que no parece mala persona, pero el sexto sentido de las circunstancias la sitúan en un cargo para el que no sólo hay que ser competente, sino ambiciosa y trepa en grado de depredación. Una estampa para chequear en un futuro no muy lejano. Al lado de las iniquidades que estamos viendo, su obediencia y aturdimiento en la rueda de prensa no merecen mayor ensañamiento, aunque sí una polaroid de recuerdo en esta Infame Academia de Políticos, sección de nuevos alumnos. Con toda su pinta de empollona y los cien euros de peluquería de esa mañana, fue el perro de Goya durante unos minutos de impagable revelación zoológica. De Zaragoza que es la mujer.