miércoles, 1 de enero de 2014

UNA ESTUPENDA MANERA DE EMPEZAR EL AÑO


A su modo, un matasuegras no deja de ser una lanza eólica. Familiar. Extensible. Con pitorreo, un cañón sónico unidireccional. Y con insistencia, una lanza térmica. Por extensión, con familiaridad, con pitorreo, con insistencia y con una lanza térmica, el lunes de madrugada robaron en el Café Gijón y se llevaron 60.000 euros. Un butrón de cuatro ojales en cuatro muros, recaudación de la caja y la lotería del cerillero. A la cafetería de toda la vida, devenida en suegra. Muchos euros, 60.000, para sólo tres días de negocio. Lo mismo que pensaron los ladrones, probablemente parroquianos de la propia casa. O de toda la vida o de un par de horas en las tareas previas del ojeo. Mobiliario fijo o casuales. Causales. Con causa. Que si mira tú la propina que deja el figurón, que si mira tú lo que están cobrando por una medialuna. El IVA cultural que nos están metiendo a nosotros en la tertulia y los rumbos de almirante que se dan los camareros entre las mesas. Ah, si Don Ramón María levantara la cabeza... Ah, si Manuel Alexandre... ¿No anda todavía por ahí Manuel Vicent? ¿No es aquel Álvaro de Luna? Organicémonos. Un atraco. La madrugada del lunes al martes. A las tres.

(Mañana o pasado o el mes que viene detendrán a la banda y serán tres delincuentes habituales y un becario, pero por ahora prefiero pensar estupendo)