sábado, 26 de abril de 2014

EL BAR DE TODA LA VIDA...



El otro gran placer de un cocido o de una paella es pintarlos a la acuarela. La misma sensación, el mismo vicio, supongo, que el del primer hombre de las cavernas al pintar su menú de bisonte en la pared. Ganas me dieron de rodear de lanzas al cocido de arriba o de pintarle un arquero al lado del mejillón de la paella. Los dos dibujillos sirvieron durante un tiempo para avisar comidas y tapas en un bar de Lavapiés que acaba de cambiar de dueño, que está ahora mismo en obras, y que nos ha dejado a todos huérfanos... Y berreando por las esquinas como niños de "Paracuellos". Uno de esos bares en los que te sabes el nombre de la parroquia por su lugar en la barra (como Cheers a lo madrileño) y con el que adaptabas tus horarios como los girasoles... Exactamente por su luz. No conocemos todavía a esos misteriosos dueños nuevos que vienen, pero mucho tendrán que brillar para igualar a Jose y su gente. Los habituales nos cruzamos por ahí, solitarios, descompuestos, y nos reconocemos la intemperie unos a otros... El exilio... La desorientación... La condición de proscritos alejándose de su castillo en llamas... La tristeza... Y un poquito también el orgullo de no aceptar el consuelo de "otro bar" así como así... "El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas..." El Naranjo de Bulnes ha muerto... Viva El Naranjo de Bulnes.