viernes, 4 de mayo de 2012

W.C. FIELDS


"Todo hombre tiene que creer en algo. Yo creo que me darán otro trago".

Momentos después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor le vieron saliendo de una tienda de licores cargado con seis cajas de ginebra. Un amigo le preguntó por qué había comprado seis cajas: "Creo que va a ser una guerra corta", le contestó.

"Esto me recuerda a mis viajes por los desiertos de Afganistán. Fue espantoso. Perdimos el sacacorchos y tuvimos que sobrevivir a base de comida y agua durante días".

Su muñeco de ventrílocuo "Charlie" le preguntó en una ocasión: "¿Es verdad que estuviste parado un tiempo en una esquina de Hollywood y se detuvieron cuarenta y tres coches esperando que tu nariz se pusiera en verde?"

Fields a Charlie:
-Te tengo reservado un lugar muy especial, Charlie.
-¿En tu corazón?
-En mi chimenea.

Charlie a Fields.
-¿Por qué no te llenas la nariz de helio y la alquilas como globo antiaéreo?

A un barman:
-¿Anoche estuve aquí y gasté un billete de 20 dólares?
-Efectivamente.
-Uf. Me quita un peso de encima. Creía que lo había perdido.

Un policía de tráfico se le acercó mientras estaba bebiendo en su coche-bar:
-Está usted aparcado en doble fila.
Fields replicó:
-No. Estamos en la encrucijada entre el Arte y la Naturaleza, intentando figurarnos dónde acaba el delirium tremens y empieza Hollywood.

En sus últimos días, ya en el hospital, un amigo lo encontró leyendo la biblia en su cama.
-¿Qué haces leyendo la biblia, si tú eres ateo?
Fields le respondió:
-Estoy buscando coartadas.