domingo, 16 de octubre de 2011

LA PIEL Y LOS TAMBORES

La primera batucada que seguimos era festiva. Brasil, Cádiz y el cachondeo. "Lo llaman democracia y no lo es", silbatos, panderetas. Una maravilla. Sólo cuando avanzaba la cosa despacito -Sol ya estaba empetado- rimaban un poco más serio, a caminar de noche por la selva: el contrapunto de la caja como diciendo "cuidado", las tamboras algo más tribales, la conga de los jaraneros del facebook en vivo algo más... ¿formal?... Pero de pronto comenzó a sonar algo muy diferente a nuestra espalda. La pisada unánime y solemne de una manada distinta detrás de nosotros. Cádiz paró (o al menos esa fue la sensación). Subiendo lentamente por la calle Alcalá, desde el hotel Regina, apareció un frente de tambores como lavadoras. Marcaban un ritmo tenebroso, cardiaco, de esos que se te pegan a la piel y te parece que podrías asaltar una trinchera con ese compás en la cabeza (malditos militares, que se lo saben bien). Un toque de carga... civil. Un aviso al anemigo. Delante, una columna de unas doscientas personas balanceándose a izquierda y derecha, pero sin trono sobre los hombros. Un paso procesional escalofriante. Sobre ellos una pancarta. "Aluche en Lucha"... Y ni una risa... JO-DER... La madre que los parió... Todavía se me ponen los pelos de punta. La piel y los tambores... Podemos conseguir algo, podemos acabar todos presos o podemos diluirnos en los paliativos del alcohol, los videojuegos y las quinielas, pero ese sonido de combate que subió por la calle Alcalá acompañará siempre mi recuerdo de estos días. Esa puta gravedad. El pañuelo rojo en la cabeza lo pongo yo, que soy un épico de mierda. Nada que ver con los macarrones de ayer, que fueron los mismos que la liaron en Roma.