domingo, 7 de abril de 2013

TEMBLOR CÓMICO


En la escala de Richter del temblor cósmico el nivel más alto lo obtiene la muerte de un ser querido. En la escala de Richter del temblor cómico el nivel más alto lo obtiene el espectáculo de un ser iluminado (patético) y voluntarioso (pesado) que intenta hacerte reír sin conseguirlo. Llamo temblor cómico a la sensación (medible) que produce un tipo que intenta ser Profundamente Gracioso. Basta relacionar por un segundo lo gracioso con lo profundo para que a la aguja del sismógrafo se le muevan las caderas un poquito. Temblor cómico con el epicentro en algún ego bajo la corteza terrestre, sobre la falla de la naturalidad, y tú escuchando el fragor de esos chistes intentando abrirse paso hacia ti. En su momento más bajo, Ángel Garó cuando le poseía el profeta de la metafísica gay. En su momento más alto, Pedro Ruiz intentando salir de su bajura hasta Voltaire. En su momento más apostólico, Alfonso Guerra de andaluz de bar. Ese temblor cómico que nos impulsa a salir corriendo y buscar refugio en una tontá de Chiquito de la Calzada o en el náufrago sin fundamento de los Monty Python. El otro tipo de risa, la concienzuda, no es más que oratoria de mimo. De acuerdo, contra los nazis estuvo el cabaret y no pudo impedir el desastre. Pero pones tú ahí a Pedro Ruiz llevándole un jamón a Hitler y tampoco lo arreglas, colega. Lo agravas. Humoristas que la están cagando de esa misma forma, Kim Jong Un (Walt Disney), Peridis (Sempé) y Beppe Grillo (Collodi). Ah, y Vargas Llosa cuando  quiere quedar simpático. O cuando habla de libertad. Temblor cómico. Una sensación escalofriante en estos tiempos en los que puede pillarte a la intemperie alguna frase del tipo "la gente lo que necesita estos días es olvidarse de lo mal que lo está pasando y reírse". Contigo no, epicentro.