miércoles, 22 de enero de 2014

ADIÓS AL PRESIDENTE DEL CLUB DE LOS FALTOS DE CARIÑO...


"La literatura está en crisis porque la realidad se ha hecho mostrenca, grotesca, irreal. Empalidece la fantasía, tan banal al lado de lo que ocurre de verdad". (El Club de los Faltos de Cariño. 2007)

"Encuesta en una emisora sobre la libertad de prensa. Esa libertad, digo, depende no sólo de la democracia y de los poderes públicos, sino de los editores y sus compromisos, que por lo general son muchos y tentaculares. En resumen, la libertad de prensa es el derecho a decir lo que piensa el propietario del periódico (o el medio), a condición de que no perjudique a los anunciantes." (El Club... 2007)


Esto se está volviendo ya irrespirable. También nos deja Manu Leguineche... Descanse en paz.



LA CRISIS Y LOS RESTAURANTES PARA CANÍBALES


La crisis es un cristal de aumento. A unos les emborrona la realidad hasta el mareo, a otros se la hace ver con una nitidez insoportable. Una claridad y cotundencia en los detalles como en un viaje lisérgico. La vanidad de las estatuas. Los taxistas crustáceos. La mermelada venenosa de los escaparates. La repentina condición de joyerías que han adquirido las mismas carnicerías a las que se iba antes habitualmente, en un pasado remoto. La gente espera su turno frente al rutilante expositor de artículos de lujo y luego pide media pechuga de pollo en voz baja. Podían haber pedido un solomillo de cerdo, pero no. Podían haber pedido un kilo de chuletas de lechal, pero no. Podían haber pedido un filete de buey, pero no. Ni se les ocurre. Como tampoco se le ocurre a la gente que está pasando esta racha extraña, con el extraño cristal de aumento de la crisis, comprar un kilo de filetes de futbolista, lo más caro en el mercado de la carne desde que es legal su comercialización. A lo que pagó el señor de arriba por un futbolista entero hace poco (corderos enteros, pollos enteros, codornices enteras, delanteros enteros), el kilo de filete de futbolista brasileño le salió a 158 millones de las antiguas pesetas, que el futbolista entero, desnudo y sin cresta, pesaba unos sesenta kilos, aproximadamente. Eso en el mostrador. Pero parece que después le pagó bajo cuerda 6.640 millones más al ganadero (el criador del futbolista), que le esperaba a la salida. Y esa es la obscenidad que anda dando vueltas por el cine surrealista de las noticias estos días, junto a la de que 85 personas en el mundo acaparan la riqueza de 3.500 millones de pobres sin nada. El comprador de carne de arriba, Sandro Rosell, esclavista de lujo, se defiende diciendo que él sólo pagó el kilo de filetes a 158 millones de pesetas y que los socios de su restaurante se equivocan al sospechar del sobreprecio que le pagó al ganadero. Que no hubo tal, que la carne salió buena, que así es el mercado, que no hay más que hablar y punto. Pelota. Pero la cosa va a terminar en los juzgados de trata de blancos (y niñatos café con leche) porque otro esclavista de lujo, y que también construye chalets para bwanas en La Moraleja y otras Alabamas patrias, ha dicho que cuando él quiso comprar ese mismo futbolista entero en la vitrina marcaba 16.600 millones de las antiguas pesetas. O lo que es lo mismo, el kilo de filete de futbolista a 276'6 millones de las antiguas pesetas. Y que le parece raro que el esclavista del restaurante mediterráneo no tuviera que pagar lo mismo que él. Pobre Florentino Pérez, que se quedó sin nada que darles de comer a los socios caníbales de su restaurante en la capital.


Con la visión del cristal de aumento que decía antes, si pudiera, desde hoy mismo obligaba a estos dos señores a comer exclusivamente porterías de fútbol de tercera regional hasta que aprendieran a cagar todas las mañanas una mesita de noche con lámpara. Una cosa que les gustara de mueble de IKEA a todos los que ahora viven debajo de un puente.