sábado, 24 de septiembre de 2011

REDACCIÓN: EL OTOÑO

Redacción el otoño a mí el otoño me da igual. La hermana chica de mi primo Antonio lo llama lo mismo, Otoño, y a él tampoco le importa. Si a la Naturaleza le da una bajón, para qué tenemos la Play. Pero quid pro quo, Clarisse, y para subir nota, afirmaré que en otoño los viejos van más amarillos y los que vinieron de la playa y las hojas. Yo no sé por qué dicen que los chinos son amarillos, si no son amarillos por lo menos en mi barrio. El color de un chino es el del resplandor de un fluorescente rebotando en un mostrador de formica blanca. A eso le pones un flequillo y tienes un chino. Y ya ves tú lo que le afecta a un chino el otoño, si los del sol poniente son los japoneses y, además, los chinos cierran cuando les da la gana. Por hacerle caso a mi padre, que es un poeta autodidacta, diré item más que una siesta en otoño es un ectoplasma de la muerte, siempre y cuando la de la siesta no sea una fan de la saudade (yo pongo lo que dice mi padre) y esté por la labor de enmorriñarse contigo. Y que ya la saudade sin dinero es un fiestorro, tanto más en otoño, señorita. Y que si el año fuera una fruta, la parte del otoño es lo que vira y esconde el frutero si quiere vender algo. Autodidacta, como le dije.