jueves, 26 de julio de 2012

SI GILA LEVANTARA LA CABEZA...


Pedro Morenés y Álvarez de Eulate, hijo del IV Vizconde de Alesón, es el Ministro de Defensa que quería el rey, por si la Brunete o por si El Goloso, que a Sumaje le pillan a tiro de Telepizza de su casa. Un vasco de caracolillo en la nuca que se ha dedicado toda su vida al negocio de las armas, que lo mismo nace en Sevilla y se dedica al negocio de las aceitunas machacadas (por seguir con la violencia). Un señorito de la guerra por la universidad de Deusto, quid pro quo, Pachi. El de los misiles de la empresa MBDA (Mierda de Bida, Dame Algo), y el de las bombas de racimo de INSTALAZA, los principales fabricantes españoles del género "te mato a manojillos sin mirar". ¿Pero no estaban prohibidas? Las prohibieron justo cuando el menda acababa de hacer un bisnes con el gobierno, hace unos cuatro años. Por la rescisión del contrato el angelito pidió una indemnización de 40 millones de euros. ¿A cuánto salía la croqueta del racimo? Una pasta. Un dineral que el colega supo garantizarse 1) por aquello del enchufe con el rey, que a saber si se pidió alguna uva, y 2) que Rajoy quería poner de ministro del ramo (seguimos hablando de racimos) al chichinabo de Gallardón, que ve un tanque y le da la cartera, qué susto, por Dios, Esperanza. El listo de Morenés, aunque nos costara la ficha 40 millones de euros. El Ronaldo de los pepinazos inteligentes. Poner un ministro de Defensa así es poner de Ministro de Pesca al tiburón de Spielberg, de Ministro de Agricultura al Señor Patata o de Ministro de Sanidad a un quiste con gafas (¿Ana Mato tiene gafas?). Y ahí está, el chavalote. Pimpante. Más Morenés que nunca, con su ramita de olivo de ministro de la paz y con toda su trayectoria (balística) detrás. El palomo que en estos momentos debe de estar picoteándole el cogote a los palomos funcionarios encargados de gestionar las contratas de suministro de las empresas privadas con el ejército ehpañol, no sea que se las den a alguno con el que no haya amistad previa o salivazo de gitanos por el Opus Dei, fifty-fifty Escrivá. Por imaginar un poco: cascos de kevlar (retornables), cetmes del Barranco del Lobo, granadas antipersonal (ERE en recursos humanos), misiles con un diente de oro, vehículos de exploración avanzada de caballería (Ford Fiesta de cunda), fragatas con la grifería de Victorio y Luchino, cazabombarderos sin rueda de repuesto pero con el parabrisas Rayban, y el último grito en helicópteros, ésos que tienen los asientos eyectores en vertical (efectivamente, el último grito). Morenés llega de visita protocolaria a cualquier cuartel y le avisan al encargado de turno (el general o el coronel o el que lleve la franquicia) que ha llegado el representante de Santa Bárbara en la tierra, el de la Mahou, que si quiere algo de reponer, que ya no se pasa hasta el mes que viene por el barrio de Afganistán.
-Estamos de promoción con el alambre de espino. Por cada cien metros, regalamos un espantapájaros con pinta de moro. Los ingleses me los están quitando de las manos.
-Muy buena la oferta, sí... ¿No nos haría una rebajita a nosotros, que somos españoles?
-¡Y yo vasco, no te jode! El precio a lo que marca.
-Lo que usted mande, señor ministro...
-¿Todavía no me habéis gastado los pepinos que os vendí la semana pasada?
-Es que no ha habido ocasión...
-¿Que no ha habido oca...? ¡Las ocasiones se buscan y aquí estamos que lo tiramos, copón! ¡Trae paca' ese cañón, cagonlahostia ya, que no me sacáis el género...! ¿Para dónde están rezando los moros ahora?
-Para la Meca, como siempre...
-¡Digo para dónde hay que pegar el zambombazo, gilipollas! ¿¡No hay nadie de Navarra por aquí, coño!?