viernes, 17 de mayo de 2013

LOS DEBATEROS LOCOS Y LA REFORMA FASCISTA DE LA EDUCACIÓN


El antecedente subjetivo que puedo aportar para el caso de Alfonso Rojo es Carlos Pumares, otro "periodista enloquecido". Un precursor. En una tertulia, en un debate, callado y serio, Pumares te daba la sensación de que en cualquier momento iba a levantarse de su silla y arrancarse con una jota o enseñarte sus heces en un frasco. Carlos Pumares, de Portugalete. Alfonso Rojo, de Ponferrada. Uno, viejo "corresponsal" de cine. Otro, advenedizo "corresponsal" de guerra. Dos corresponsalías de ful como para embetunarle el ceño a un juez. No sé lo que enloqueció a Alfonso Rojo en su día, si sus carreras para pisar exclusivas en Timisoara cuando la caída de Ceaucescu, o los pisotones en el cuello que le daba Pedro Jota cuando no le traía la foto de un comunista muerto entre las fauces, pero no hace mucho llegó a decir en la tele que una matrícula de universidad costaba lo que cuatro cañas de cerveza... Tal cual. Esas heces en la mano. Por obedecer las órdenes de sus amos en el golpe de estado que están perpetrando contra la educación pública. Ese nivel de locura y sometimiento. Con su traje y su corbata y su libretita de loco minucioso y la sensación de estar en otro sitio, tal vez reviviendo los pisotones en el cuello de Pedro Jota, las judiadas que les hizo a sus compañeros de prensa en Rumanía, la engañifa de su valiente presencia en el corazón de la guerra de Irak, "el satélite, el satélite, que pasa el satélite, pon cara de periodista, pon cara de dar la vida por la verdad...". Ahora lo sacan en corrales de debate a que muerda tobillos y ladre. Sí, lo mismo que hay peleas de troveros (gallos, en rap), también hay peleas de debateros, el pressing catch de las polémicas (a menudo) amañadas de la tele. Y ahí salta a la pista Alfonso Rojo a decir que las matrículas de la universidad pública son baratas y que hay que subirlas. Ahí se queda quieto, se gira a cámara y nos enseña sus heces con los ojos en blanco... Marhuenda también es otro debatero que te enseña sus manos manchadas de mierda y suplica por que nadie le interrumpa mientras deletrea cada una de las manchas de sus dedos. Otro mercenario a punto de ser despedido. Bajas laborales. Enloquecieron en la cadena de montaje de las mentiras del gobierno y de sus grupos de presión. Soldaditos que nunca fueron nadie en ninguna guerra de verdad y que ahora sólo destacan por seguir disparando en la vida civil contra los objetivos que les señalan sus jefes en la sombra... Y dar el cante. Se extralimitan. Hacen pillaje. Violan. Matan a mujeres, niños, ancianos, hámsters, margaritas, tortugas, verdades, naciones enteras... Se rascan los piojos entre ellos. Aúllan en las ramas. Te enseñan sus heces. Te las arrojan a la cara. Es lo que ocurre cuando empotras a un periodista mediocre en la banca y le doblas la paga. Que se vuelven locos. Como poco. Dóbermans con las orejas cortadas a los que les da lo mismo devorar a un dependiente que a un pensionista que a un estudiante sin dinero o que a un parado que ha vivido por encima de sus posibilidades. Este es el nivel de los mercenarios del cuarto poder con los que el gobierno y sus secuaces de la banca inundan de ruido fecal televisiones, periódicos y radios. Todo vale con tal de que hoy, por ejemplo, se apruebe la reforma educativa tan divinamente, con todo el mundo convencido de su bondad: oposición, educadores y opinión pública. Todo el mundo agradablemente persuadido gracias a sus debateros de frenopático. La primera pregunta es: ¿De verdad hay alguien inteligente al otro lado? Y la segunda pregunta es: ¿O es lo que parece y lo que se quiere es una guerra civil ya, sin medias tintas, los muy inconscientes? Y por seguir preguntando, desde Madrid: ¿Pasarán los fascistas de la Ley Wert? ¿No pasarán?