martes, 29 de agosto de 2017

LA ERECCIÓN DE LOS BOLARDOS


Lo que pensábamos en este blog de David Pérez, alcalde pepero de Alcorcón, ya quedó claro aquí, o sea, completamente a favor. Ahora no podemos por menos que apoyarlo en su campaña contra la impresentable Ada Colau (y su denodada y absurda lucha por los más desfavorecidos), la alcaldesa de Barcelona que se negó a poner bolardos en las Ramblas con una falta de previsión inaudita dados los previsibles atentados sobre previsibles ruedas que vendrían previsiblemente tarde o temprano o nunca... Lincoln estaría muerto si el alcalde de Washington no le hubiera puesto su preceptivo y perceptible bolardo (otros lo llaman Obelisco) enfrente de su monumento para disuadir cualquier atentado pasado (en un teatro) o futuro (con una furgoneta de mármol). Y lo mismo decimos del general De Gaulle y todos los chavales de la Resistencia Francesa, que habrían muerto de compras si el alcalde de París no hubiera puesto otro bolardo disuasorio de metal (un mecano desmontable, por si hiciera falta en otro sitio) en los arriates del Trocadero (pitote alto al que llaman cariñosamente Torre Eiffel, por el municipal que lo colocó) y otro bolardo bifronte y con techo en la rotonda gorda de los Campos Elíseos, que funciona además como arco detector de metales de furgoneta o Islamic Food Truck, un triunfo tras mil batallas sin parachoques históricos. Más ejemplos: en Madrid los dos bolardos negros de las Torres Kio para que nadie coja carrerilla por atentar en la Castellana (eso sí, habría que cuidar un poco más su mantenimiento: los intentos de la gente por aparcar en sus proximidades los dejan a menudo en un estado lamentable, incluso con pérdida de verticalidad) y en Vigo, por supuesto, el Bolardo de Vigo, que hasta se ve por la noche. Y para qué seguir con los argumentos en apoyo del preclaro David Pérez, si él ya tiene en las rampas y ramblas de su mente los bolardos suficientes para que sus neuronas hagan la sinapsis como en un billarín cuando piensa en la manera de desprestigiar a la ya muy desprestigiada Ada Colau (con ir en contra de nuestros amigos los poderosos ya se desprestigia ella sola, la ilusa)... Bueno, el último ejemplo histórico que se me ocurre en defensa de los pitotes como salvaguarda de Occidente: gracias a los bolardos que colocamos previsoria y meticulosamente los nazis en las playas de Normandía, pudimos detener con total eficacia la invasión de los Aliados y, por ende, sus nefastas ideas acerca de la libertad y toda esa comedura de coco de que inculcar el miedo en la población es práctica habitual en los gobiernos fascistas y conducta natural en alcaldes pepinoides, el sueño húmedo de cualquier bolardo, su erección más redundante.