jueves, 19 de julio de 2012

RITA, LA TANQUETA


La Tanqueta, por afinidad ideológica, y Rita por la Cantaora Panzer. Le tenía ganas a la folclórica. La amiga macha de Camps. La tanqueta con permanente que quiere cargarse el barrio del Cabanyal para que los ricos tengan un tránsito intestinal al mar más fluido. Ah, mujer emprendedora y fértil, la semilla mascletá de la que surgió el pestilente árbol genealógico del PP de Valencia. La alcaldesa histriónica que podría haber rodado con Berlanga en la cuarta parte de La Escopeta Nacional. Rita Barberá, y ahí me regalen bolsos de 1000 euros porque yo lo valgo, y que le contraten otro megalítico plato de raspas de pescado a Calatrava, que me apetece. Entre sus logros, la corrupción y muerte de Canal 9, el circuito urbano de Fórmula 1 con la preciosa rotonda dedicada a la mafia y el ninot de Briatore en medio, la American's Cup para darle de comer viento de horchata a los cientos de miles de parados que ha generado el despilfarro de los fondos de la Comunidad Valenciana, y, cómo no, sus aplausos de venada en las intervenciones de Camps en el altar de sus trajes. Muy viril ella. Muy oronda. Muy ufana. De la misma cuerda (de futuras presas) que Insurance Aguirre. Las dos con el granito en el ceño (granito de acné no, del otro) que produce la nostalgia del Valle de los Caídos y la risa de dos cuñadas hombrunas de la sección feminoide en la comunión de José Antonio (nunca se quitó ese traje ni ese peinado). Las dos histéricas de diagnóstico a las que todos los invitados tienen un miedo horrible: por más machotas que Dios y por más brujas que nadie.