miércoles, 23 de mayo de 2007

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (23)



La gente que detiene un tractor con un spray antivioladores
Y la gente que no

Los míos y los vuestros.
Mis muertos y los muertos generales.
El album gigante de todos los putos muertos.
Esa cantidad de juguete y dolor.
El dolor de ese número enorme y exacto hace un segundo,
Ahora equivocado, rebasado, con muerto nuevo en el pretil,
En alguna cornisa en algún serife el recién muerto digital
Que todavía no soy

El vapor de ese triste número en la sartén donde blanquea un huevo
Y es la esperanza.
Y es la primera página de un reloj con la yema llorada
De los tontos y de los suaves y de los que primero pinchan
Los monstruos para comérselos en los cines
Y en los sofás En las colas del pan
En las colas del beso
En las largas filas del hambre de amor
De todos los amaneceres
Sin nadie en los minutos
Sin nadie en los pobres quizá
Sin nadie en los patéticos acasos
Con sillas vacías detrás de los ojos
Y ojos vacíos en las sillas.

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (22)


Tengo el tabaco de tercer pulmón.
Mi nombre es Angela.
Me llamo Angela.
Aquella chica se había drogado desde muy lejos
y hasta muy lejos.
Una anotación para hundir La Nave,
Plaza de las Descalzas.

Si Angela no hubiera muerto,
No la recordaría.

Por eso llevo mi alma sin saberlo.
Sólo a veces pesa.

Entonces repito la infancia
Como el crujido de una bolsa de plástico
En una alambrada.
Concluyo que puedo ser más feliz,
Pero no más tiempo.

Porque sólo somos eternos a veces
Eternos a la manera de un sobresalto
O como un tomate fantástico que nos comimos,
Recordado de repente.
Esa manera de ser eterno.


Pero hay que vivir como si no.
Tripulación de hombre solo Tanto ron
Y tan poco tiempo
Y la eternidad soplando a la contra
Y las gafas arañadas ya por el día de mañana
El Puerco Día de Mañana
Y en el meandro de una arteria el huevo de una mujer
O su cadáver
Atrapado en las ramas
Como un espantapájaros de sangre
Un cartel de carne
“Cuidado con la Perra”
Y la corriente que se remansa
Hasta una pequeña isla con cementerio
Y son lápidas de niños
Y lápidas de juguetes
Y hay un mono borracho que limpia la broza con una escoba
Todas las mañanas

A los juguetes muertos
Les llevan pilas nuevas
Todos los domingos

A los niños muertos
Les llevan niñas viejas
Todos los domingos

Y en la balsa negra de los sábados
La música rara
De una orquesta ardiendo
Río abajo