martes, 15 de febrero de 2011

LA DESCENDIENTE Y EL ABDICUO

Lo primero es no intentar tapiar el campo, o no tratar de ponerle puertas: desde siempre ha sido cosa de latifundistas, dictadores o, directamente, estúpidos; lo segundo es que tampoco se pongan en todo el perímetro guardias de la porra entrenados para detectar quién va al campo a ver porno y quién va al campo a robarle a Perales una pera... Porque lo del campo ya es imparable. Nos gusta a todos. Un campo donde la cultura es gratis o, cuanto menos, barata. Y el problema no lo tienen los que HACEN la cultura (productos culturales, si hablamos pronto y triste: libros, canciones, películas, videojuegos, etc.) sino los que negocian o negociaban con ella. Los creadores ven peligrar el dinero que les pagaban los intermediarios: un diez por ciento (como mucho) de los beneficios totales que generaba su obra. ¿Y por ese diez por ciento defienden el noventa por ciento de abuso y explotación de las multinacionales y de los parásitos que se lucraban a costa de ellos y del público en general? Internet lo único que ha provocado en el acceso a la cultura es la inmediatez y la universalidad que obvia y prescinde (y poco a poco suprimirá) el factor exógeno y tóxico de los distribuidores, almacenistas, mensajeros y transportistas carísimos de películas, músicas y demás. Que alguien le pague a Perales lo que vale exactamente su pera (con publicidad de banners en la página en la que se descargue la gente su perita, a tanto por ciento, por ejemplo; es una idea), que siempre será más que lo que le pagaban en la discográfica de turno, y cobrándonos de rondón a nosotros la dichosa pera a precio de marisco. Item más, y porque el público no queda al margen en este nuevo marco de intercambio, es evidente que ya pagaremos también nosotros la pera cuando nos suban el precio del yogur (p.e.) que se haya anunciado en la página de marras, con la perita de Perales y el pollo frito de Ramoncín, El Supremo. Cien mil descargas de la pera, cien mil impactos publicitarios: Peras Martínez, famosas en el mundo entero, y Perales en paz, con su chalet intacto... Lo otro, la policía, Ramoncín (El Supremo), Bosé, Víctor Belén, Teddy Bautista, la Ley Sindescargas, los inquisidores, recaudadores, vigilantes de la playa (el campo) y un mariachi de satélites espía encima de los ordenadores, es más un incordio temporal que una amenaza real: la rueda se impondrá, la penicilina también, y el ridículo histórico de estos años sólo será comparable con la vergüenza ajena que nos hacen pasar ahora mismo los que se suponen que deberían estar a la última con las libertades y atentos, muy atentos, a cualquier añagaza fascistoide, tenga la excusa tecnológica que tenga. En el discurso goyesco de Alex de la Iglesia el pasado domingo creo que faltó más mala leche contra los pusilánimes y boborracos y vendidos a la industria que lo acosaron hasta hacerle dimitir. Tampoco aportó idea nueva alguna, aunque dibujó bien el croquis del problema; Adenauer hizo lo mismo con los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial, pero dijo algo importante: Chicos, autopistas. Las caras de los contrarios en la gala fueron de lo más explícitas, por no decir bochornosas. La borderline de la Pajín (me dicen que es lista, pero qué tiene eso que ver con ser imbécil) y la muy ética y profunda Bollain, a la que parece que le han echado vinagre en polvo con un abanico. ¿Se puede decir "abdicuo"? Parece que no. Mejor. Lo digo. Arriba, la descendiente Iciar (se verá, se verá) y el abdicuo Alex. Un poema. El retrato a dos lo he sacado de un blog por ahí, "Bichotoblog", una bizarría extremeña, aunque la fuente puede que sea otra. Pues eso. ¿Andivás con el downloader, ladrón? ¿A por las peras de antes? Ni de coña. Están todas en screener, señor guardia. Voy a por las peras de temporada de Boardwalk Empire. A Buscemi le paga directamente el alcalde de Atlantic City y no se me va a quejar. Es un mafioso de los buenos.