jueves, 17 de enero de 2013

BÁR CENAS, BAUTIZOS, COMUNIONES...


Y desayunos con suizos...
(Lo del PP es ya tan desproporcionado, tan excesivo, tan apabullante...)

FÚRGOL Y OPUS


Independientemente de la flota de carritos del helado que tenemos en este país (todos los días pillan a un sinvergüenza con alguno), quiero pensar que no todo tiene por qué estar pringado de crisis, políticos  ladrones, políticos asesinos o banqueros descojonados de la risa. Que algo bueno debería estar funcionando bien en alguna parte: una organización, una oficina, un "estamento"... Y lo único que me ha venido a la cabeza es la selección española de fútbol y el juego del F.C. Barcelona (y mira que casi soy del R. Madrid). Ah, qué partidos... Ah, qué pases, qué regates, qué goles... Pero luego te das cuenta de que "eso" no tiene nada que ver con estamento alguno ni con organización bendita que valga. Que eso es lo que nos gustaba de niños en el recreo y punto, sin adultos de por medio. Porque si metes a un adulto en eso, como por ejemplo el presidente de la Federación Española de Fútbol, ahí volvemos a tener toda la mierda junta. Cerrilismo, mafia, corrupción, soberbia y beatería. El mismo tipo que tiene de libro de cabecera "Camino" (del entrenador Escrivá de Balaguer) o el que se lo lleva muerto en forma de pastizara y pisazos desde hace más de veinte años, es el que le atizó sin mediar palabra un puñetazo a Cruiff en un partido entre el Bilbao y el Barcelona en 1974. Tal cual. El fascismo otra vez contra la alegría. Y mandando. Ángel María Villar. El del Villarato. El impresentable padrino que dice "furgol". El que espía los juegos de los niños. Quitas los ojos de la política un segundo, por descansar, y es lo que pasa. Que ahí siguen los malos, en su ser, metiendo la mano en el pan por todas partes. Dondequiera que veas un presidente de algo. Porque tampoco los presidentes de los clubs han tenido nada que ver en el reventón del ladrillo, claro... Te dan ganas de volver a uno de esos recreos de cuando niño y mandar el penalti a las nubes... De acuerdo, es lo que ocurría casi siempre que me dejaban tirarlo (casi nunca), pero ahora esa torpeza estaría nimbada de un gesto premonitorio y secreto que confundiría durante un segundo a mis compañeros. Una paliza retrasada también un segundo porque ahí estaba el gesto heroico del gafotas: "Con mi ilusión no, Villar", y corriendo que te las pelas para casa...