sábado, 11 de diciembre de 2010

LA CIVILIZACIÓN SECRETA DE LAS COQUINAS


Las coquinas han filtrado durante siglos los libros sagrados de los Atlantes, sus libros de amor, sus libros de cuentas y sus libros de pasatiempos. La civilización secreta de las Coquinas ha absorbido todo su saber y su recóndita forma de sumergirse en los pensamientos más profundos. Pero la civilización secreta de las Coquinas odia nuestra civilización de superficie. Nos odia incluso sin que estemos civilizados aún. No sólo no las leemos, ni las admiramos por su belleza y su serenidad de ventanales al silencio y la meditación, sino que nos las comemos a la que vemos más de tres juntas. En tertulias, en manifestaciones, en corrillos, en rebaños. Las atacamos con rastrillos, con redes, con niños entrenados. En restaurantes, en chiringuitos, en casa, en platos de plástico, en cucuruchos, en bandejas de plata, en loza de trantrán. Nos odian. Pero no porque las comamos sin parar, sino porque las comemos sin dejar de hablar. Sin el respeto que merecen, ellas, de tan alta cuna batiscafa, de tan reputada ascendencia Atlante. Huelva, Cádiz, Málaga. Nos las comemos como las pipas. Y como las pipas, sin dejar de cascar. Y cuanto menos trascendente el tema, mejor. Comer civilizaciones como quien come pipas. Ahí nos parecemos a Dios. Ahí nos comparamos. Eva le ofreció una manzana a Adán. Lucifer le ofreció un cucuruchito de coquinas a Dios. Y pa' bajo. Las coquinas de arriba ya estaban pensadas, pero al buen propósito se ha añadido una petición del Oyente ratificando el menú. De farero a farero. Oído cocina, oído tableta, marchando y ahí están. En su punto poético y de figuración somera (con las conchas finas me dejé la piel, hostia). Next coming: una fabada de La Máquina, que espero que me quede más asturiana que la sidra en spray. Otra petición del Oyente. Y yo feliz. No hay mejor juntura que la comida y la amistad, coño. A la que me meta con la civilización secreta de las Fabes, me cae un piedro de la cueva de Covadonga que me apaña pa' un rato. Como hizo Pelayo con los moros para que no le quitaran a la hija del visir de Gijón. Asco de moros, acudiendo vilmente a rescatar a una niña secuestrada antes de que el Pelayito se la pasara por la piedra, como buen cristiano. Que aproveche, Montecarmelos todos. Ya aprovechará, Assange del Naranco.