domingo, 14 de noviembre de 2010

AQUELLOS RECREOS TRAJERON ESTOS LOBOS

Es probable que todo lo que hay que saber de la seducción se pueda alcanzar vendiendo cursillos de informática de puerta en puerta. Es probable que todo lo que hay que saber acerca del éxito te lo pueda contar un mendigo. Es probable que todo lo que hay que saber de la guerra se aprendiera ya de pequeños, en el recreo. O corrías como una liebre huyendo de los matones o te pegabas como una lapa al culo de los más fuertes buscando su protección o te camuflabas con el paisaje a la espera de una oportunidad para vengarte. Esos del camuflaje son los lobos de hoy. Todos los tiñalpas cobardicas lameculos chivatos que acababan aquellos recreos sin una firma de sangre corriendoles nariz abajo han estado, están ahora y estarán siempre en sus respectivos ministerios de defensa, en sus respectivas fábricas de armas y en sus respectivos grupos de presión. De Hitler a Bush, pasando por Aznar. No perdonan que aquellos simulacros de depredación ni que aquellos zafarranchos de pura vida queden impunes en su vergüenza y en sus recuerdos humillados. Los chungos de la clase. Fueron malos y hoy son lo peor. Por eso necesitamos una máquina del tiempo para volver a esos recreos y darles lo suyo definitivamente. O eso, o, con un poquito de inmerecida piedad y voluntariosa pedagogia de jesuita, explicarles las ventajas de correr motivado, la habilidad psicológica que hace falta para desoír el insulto (el aparato inhibidor que llevábamos activado siempre los canijos), el secreto honor de rehuir una pelea por gilipolleces, la infaltable respuesta épica en aceptarla por causa noble, y, si todo falla, si todo fallaba, si se perdía la carrera, se ganaba oído, o nos derrotaban en la liza, enseñarles la altura exacta y polisémica a la que hay que colocar la nariz de regreso al aula para que el orgullo quedara manifiesto y la hemorragia remitiendo. Ahora son ellos los que nos buscan en tanque por las calles del mundo y así nos va.