sábado, 25 de mayo de 2013

LAS ALAS DEL YAK-42 ESTÁN EN UN CHALET


En el ministerio de defensa cuyo titular era Federico Trillo (PP) en mayo del 2003 desaparecieron unos 120.000 euros destinados a la contratación de aviones para el transporte de tropas. Tras cinco subcontratas con compañías casi piratas, los soldados españoles montaron en un ataúd que no habría tenido ni que despegar según las normas de aviación civil. Se estrelló. Murieron 75 personas. 62 soldados españoles. El crimen era tan evidente que la repatriación de los cadáveres se hizo a toda prisa y de mala manera. Ni los forenses turcos quisieron verse envueltos en la vergüenza. A Trillo le premiaron desde el PP con la embajada en Londres después de mentir, amenazar e insultar a los familiares de los fallecidos, que sólo años después lograron recibir los restos auténticos de sus muertos. A día de hoy, no hay ningún culpable. Los únicos dos jefes militares con condena en firme (sólo por la identificación criminal de los cuerpos) fueron indultados el año pasado. Los familiares tampoco han sido "compensados" con todas las indemnizaciones correspondientes. Una infamia de dimensiones inhumanas que en cualquier otro país habría hecho caer a un gobierno entero. Aquí no. Visto el comportamiento del PP con el dinero público, la sospecha de que fue robado directamente  o empleado en sobresueldos y regalos para los suyos, es más que plausible. ¿A quién le importa cómo viajen los soldados? ¿Quién se va a enterar? Desde el primero hasta el último, unos malnacidos. Y ahí siguen. Impunes. Canallas. Sonrientes. Aquí, el dolor y la rabia del hermano de uno de los soldados muertos. Qué espanto. Qué ganas de montar a todos los responsables en otro Yak-42 y a ver si la suerte cae esta vez de nuestro lado... "¡Mayday, Génova, Mayday, o sea!" Plof. Empate. Será fácil identificar el cadáver de Trillo. Probablemente sea el que peor huela, aunque no sé.