domingo, 7 de noviembre de 2010

EN LA CALLE CABESTREROS

Servía copas en una barra de latón,
En la calle, durante las fiestas,
Y aparecieron la agrónoma y la bióloga.
Querían mojitos.
Era su noche. Volvían al pueblo al día siguiente
Y sonreían como campanas.
Una miseria elegante había amasado el calor y la música
Hasta hacerlos Cuba
En toda su humedad y dejación.
La barra crujía como un barco.
Las mujeres bailaban.
Olía a ron, a sudor, a palmeras de peluche.
Con sus vasos en la mano
Los hombres comían caliente de aquellos culos.
La panadera, la abogada, la cajera, la agrónoma, la niñata, la bióloga.
Las campanas volvieron a pedir mojitos
Y hablamos.
Querían hijos, seguridades, grandes casas,
Pero esa noche no.
Tal vez un recuerdo lustroso y preocupante
Que llevarse a sus pueblos y allí alguien tenía que decir
Bueno.
Fue otro camarero el que se quitó el mandil
Para que al cabo yo pudiera escribir esto
Sin demasiada solemnidad:
Las dos Penélopes mamadas que regresaban a Ítaca.

Buhardilla de Lavapiés (18 -8- 1998)