jueves, 17 de octubre de 2013

AY, LA SORAYA, QUÉ MALA HA SÍO...


Los parados no son el problema. El problema es la falta de empleo. Los parados no tienen la culpa de su número. Los parados acusan su número, la cifra, como una enfermedad que avanza o retrocede en su cuerpo global, dígito a dígito, persona a persona. Llamar indeseables, parásitos, bacerias o virus delincuentes a más de medio millón de ellos a sabiendas de que no es cierto es sencillamente una infamia. Una calumnia jónica. De primer nivel. Las calumnias dóricas ya las perpetra De Guindos. Las corintias el FMI. Pero por si fuera poco el atropello, la infame Soraya Sáenz de Santamaría, la de las infamias, la de la calumnia jónica, se ha negado a pedir disculpas por la metedura de pata, si acaso, o por que la hayan pillado en el repugnante intento de manipulación, cosa mucho más grave, de ser cierta. Pero es que ella no hace esas cosas. Lo de rebajarse a pedir perdón a los desarrapados que tanta impopularidad le causan a su puto gobierno de canallas. Lo de reconocer que ha sido una mierda. El cánido vicepresidente. La perrilla fatua y con mala leche. Un ser aterrorizado, mediocre, acomplejado y cruel. Objetivamente. Y una mujer vergonzante, como todas las del PP. Ésta con el agravante de sentirse más mona, más capaz y más lista que la Esfinge. La perrilla fatua, again, recién salida de la peluquería. La leona caniche. Malas noches tenga, por todos mis compañeros. Noches y días de sinvivir, por los que pasan hambre. Así le pique la entrepierna veinte veces al día como mínimo por cada parado inocente que ha insultado. Así la tenga que ver un ginecólogo con gafas de soldador, de lo que le fosforece de maldad el chichi. Y los gitanos la saquen en los cantares. Por chunga. Ay, la Soraya, qué mala ha sío... Y no tenga una candela a la que arrimarse pa' los restos.